Para no olvidar...

Todos los seres humanos nacemos siendo originales y únicos. Lamentablemente muchos mueren copias. A.L. - Haz lo tuyo, siempre.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Mi felicidad y yo rumbo al desierto

No es que seamos 2 cosas aparte. Somos una misma. Solo que a veces ella me lleva de la mano, porque va corriendo y como siempre yo apenas puedo alcanzarla. Bueno, para eso vivimos: para ser felices. O por lo menos eso es lo wue me han enseñado en mi casa, mom and grandma'.

En este momento me quedan 10 horas de viaje en un bus un tanto incómodo. Tengo un señor al lado que debe operarse los cornetes o por lo menos comprar esas banditas de "Respira mejor". a mi derecha está Jenny. Ella es como yo. Es de Nueva Zelanda, tiene 19 años y vienecon su corazón cargado de emociones. Yo la conocí en el aeropuerto.
Ahora viajamos junto a otros chicos hacia el oasis que queda en el desierto Siwa.

Está Nestor que es de Grecia, Juliana de Bogotá, Valentina de Costa Rica, otra chica de nombre impronunciable (créanme, es más impronunciable que el mío) de Polonia. Estamos en este oscuro autobus con otros cuantos egipcios.

Jenny y yo estamos en el asiento trasero por compramos nuestros tiquetes después. Así que algunos egipcios nos miran y nos dicen cosas como "Welcome to Egypt". Ellos comieron pan, mientras nosotras comimos unas hamburguesas malucas que compramos antes de salir de viaje. Vaya que extraño el sabor de las salsas de mi país.

Ayer en la noche no podía dormir. Un amigo vía Whatsapp me preguntó si él me estaba trasnochando y yo le dije:"no, solo somos mi felicidad y yo".

Hekma, mi host,la señora que me recibe,cuida y alimenta en el orfanato me llevó a un mercado popular, junto a Zeinab, la otra chica que trabaja en el orfanato. Jamás olvidaré el olor de aquel mercado lleno de frutas, que por un momento me transportó a mi país. Por que sí, yo si disfruto de los colores de mi montaña y me gusta cuando voy a los pueblos oler la yuca recién cosechada, el pimentón, el perejil, la manzana verde que llevo a la universidad en papel aluminio que muchos han visto.

Caminamos, caminamos, caminamos. Me invitaron a probar "Hot", una bebida caliente, con garbanzos. Ellas 2 la pidieron picante, yo solo con menta. No me gustó. Demasiado salado para mi gusto, era como poner sal directamente en tu boca. Ellos lo usan para las frías noches egipcias. El señor dueño del carrito ambulante me presentó su familia, aunque no entendí mucho, me dijo que debía tomarme una foto con su familia, imprimirla y luego volver a llevarla para pegarla a su carrito. Además me dio a probar unos granos que se llaman "termes", amarillos como los garbanzos pero dulces. Fue realmente especial.

Caminamos más hasta llegar a unas busetas. Ya saben, Cairo es una locura, aquí manejan como locos, no hay carro que esté sin chocar, para ellos chocar es tan normal como comer. No respetan las señales de tránsito, no hay límites de velocidad, hay como 4 semáforos en todo Cairo, no hay zebras o "PARE". Prácticamente necesitan un Mocus aquí urgente.
Subimos a una y todos los hombres empezaron a mirar mi cabello. Recordé a las niñas del orfanato preguntándome por qué mi cabello es blanco y negro, por qué May, por qué. Allí, unos señores sentados al lado de los puestos de venta me pidieron tomarles una foto. Su foto obtuvieron.

Llegamos al mercado, algo similar a "El Hueco" en Medellín. Fue lo más divertido que he hecho.
Caminé con Hekma y Zeinab, compré un regalo para mi hermosa y especial abuela, luego comimos Koshary, un plato especial de aquí con lentejas, espagueti, fideos, arroz y otras cosas, realmente delicioso. Luego me medí un vestido típico, negro, hermoso y fuí felíz.
Luego Hekma em enseñó a cubrirme el cabello, como lo hacen aquí normalmente. Fue lo más emocionante de mi vida. Nunca podré explicarles esa sensación. Algunos pensarán que estoy loca, yo pienso que fui musulmana por una vez en la vida.

Caminamos y compramos un regalo de bodas para una amiga de Hekma. Casarse en Gipto es la manera más legítima para irse de la casa, sobre todo si eres mujer. Zeinab, por ejemplo, se casó y está enamorada de su primo. Para unos es una locura, para ella en su sociedad está casada a sus 23 años.

Luego de dar vueltas, regresé y compré el vestido. Era mi única oportunidad.

Hekma compró una pashmina para mi mamá que yo elegí. Y así concluyó cuando la felicidad se produjo en mí y sonreí hasta tener dolor en los cachetes. Veremos que me traera el desierto. Solo espero que no tenga que ver con serpientes porque realmente dan miedo.

















miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ahora hago parte de Cairo

A diferencia de muchas experiencias que otros chicos han tenido, a mí si me recogieron en el aeropuerto.

Bajar del avión, tomar un bus interno, pasar inmigración, esperar la maleta (sabiendo que a muchas personas no les llega) y luego realizarse de que en verdad has atravesado el Atlántico, muchos ojos sobre tí de señores con barbas y vestidos largos y ropa cubriendo la cabeza, en ocasiones hasta la cara de las mujeres, no hablas árabe, no ves a nadie de los que te van a recoger, encima tienes a una amiga reciente que conociste en el vuelo hasta Cairo, es de Guatemala que viaja a Alejandría al proyecto que por poco elijo y que gracias a una amiga me dijo que era malo no lo elegí. Ella comienza a llorar de la emoción cuando se baja del avión. Está muy emocionada. Su nombre es Sofía. Yo simplemente no puedo decir nada.
No podía creerlo. Aún tengo momentos en que no puedo creerlo.

Había muchas personas en el aeropuerto, logro pasar por un pequeño espacio con mi maleta y veo la cara de Amr Ehab, el responsable de mí y de mi proyecto. Luego veo a Mohamed Sawy, él es el encargado de que yo esté bien. Smile. Respiro. Cambio mi chip de lengua. Me "echo" la bendición, respiro de nuevo. Estoy bien. Estoy en Cairo. Sonrío de nuevo. Me emociono. Saludo. Abrazo a todos los que están ahí. Le doy gracias a Dios y le pido entendimiento.
Les digo que debo avisarle a mi mamá. Sawy me regala un minuto, me dice que llamar es muy barato. Mamá contesta. Smile again. Dios me ama. Le grito a mamá que estoy en Cairo, que estoy bien, que ya voy al orfanato. Respiro por última vez y comienzo a observar. Cambio mis primeros dólares.

Sí, hay polvo pero sin exagerar, no como algunos me preguntan. Todo está en árabe, pero algunas personas hablan inglés. También en algunos lugares hay números de los nuestros.
Los hombres me miran raro. Las personas miran mi cabello. Voy dentro del carro de Sawy.

Luego de unos minutos, me explican que vamos a un lugar a celebrar mi llegada, que mas tarde iremos al orfanato. Comienzan a hablarme, contarme y preguntarme por cosas.
Si usted, señor lector me conoce sabrá que yo hablo mucho. Esta vez, yo simplemente no tenía palabras. Parecía una pequeña mirando por la ventana. Incluso Sawy me dijo que por qué tan callada. Y yo pensé: "Este no me conoce" jajajaja.

Fuimos a un lugar que me encantó, porque tenía karaoke. Allí recibí una cerveza gigante a la que me invitaron. Estaban por cerrar el lugar. Esa era la última noche abierto.

Llegué al orfanato. Tenía miedo. ¿Dónde dormiré? ¿Cómo será?
Un señor de barba me recibió. Tenía mucho susto.
Luego conocí a Hekma. Me presenté, el "May" se le hizo fácil.
Recibí mi cuarto. 2 camarotes, buen colchón, un closet para mí de tres que tiene la habitación.
Me dieron llave del cuarto.
Conocí el baño:tenía sanitario. Respiré.
Organicé mi ropa y dije para mis adentros, ahora sí "let's do it!".

Hoy es mi tercer día aquí. Ya tengo celular e internet en mi ipad. No me funciona el skype, pero al menos puedo comunicarme por otras redes sociales.

Cada vez me doy cuenta que la cultura no es tan difícil o cerrada. Las niñas del orfanato me quieren. Me abrazan, quieren tocarme siempre el cabello, la cara, darme besos.
Apenas me estoy aprendiendo sus nombres.

Hoy fui a cine y antes de entrar a la sala, mi amigo Safwat me estuvo enseñando los números.
Ya se decir gracias.
Algo es algo.
Mi reto es aprendérmelos esta semana.

Muchos retos para el viaje.
Ahí van algunas foticos. :D











jueves, 22 de noviembre de 2012

Atravesar el Atlántico

No todos los días viajas tantas horas y logras atravesar el Atlántico.
Nunca le he temido a los aviones ni soy de las que suda cada vez que el ruido del despegue aturde los oídos. Sin embargo, debo reconocer que en la noche eché un vistazo a la pantalla, mientras el dibujito del avión en medio de la inmensidad del mar no avanzaba.

Acostumbro a tener ángeles cerca de mí. Como aquel señor del que no se el nombre que me intercambió un asiento de pasillo por el de ventana. "Al fin que no vamos a ver nada", dijo con acento español.
La verdad no quize comer nada, carne o pastas no son mi menú favorito en términos de comida de avión. Aquel amable señor me regaló su pan, ya que la azafata no quizo darme un pan sin comer uno de los deliciosos platillos anteriormente mencionados. Es ridículo, lo se. Todo para encontrar después una bolsa llena de panes sobrantes cuando por fine decidí pararme al baño.

Sobra recordar la incomodidad de dormir en un avión. Incluso si tu compañero se va hacia atrás puesto que el vuelo iba realmente vacío. No sé como hubiese soportado tantas horas en una sola silla. Agradecí que se retirara.

Bajé del avión y un señor, con una que otra arruga en su rostro me preguntó hacia dónde me dirigía. Le indiqué mi conexión al Cairo. Preguntó el motivo del viaje. Le indiqué el motivo, pero no recibí de vuelta mi pasaporte, hasta caminar muy, muy, muy lejos a una oficina donde seguro estaban revisando mi estatus legal.

Me ahorré ir por mi maleta. Bueno, solo espero que no me la abran como la abrieron en El Dorado, donde una de las 20 cajas de colores que llevo fue víctima de una puñada. Así mismo el plástico en que mamá decidió cubrir la maleta. Y ni hablar de la plastilina.
Yo estaba impresionada. Me llamaron por el alto-parlante, con mi inconfundible nombre, caminé, caminé, caminé, tomé un ascensor y caminé de nuevo para llegar a abrir mi maleta. No llevaba nada malo, pero igual me dio vacío en el estómago. Son horribles esos controles. De verdad que aquel que haya llevado droga y haya salido exitosamente es un "berraco".

Tras cruzar por primera vez el Océano Atlántico (¿Notaron que dije océano y no mar?, se oye más grande jaja) me encuentro en el aeropuerto de Barajas, Madrid, España. Con "Jingle Bells" de fondo, haciéndome sentir en una de esas películas que dan los fines de semana de navidad, en donde el padre olvida comprarle el regalo a su hijo y la figura en acción se encuentra agotada.

Es que "estar del otro lado del charco" no se ve todos los días. Es como para gritar:"¡mamá, estoy triunfando!". Sí, ya se, estoy exagerando... Pero ¿Qué sería de las historias del mundo sin la hipérbole?

Luego les cuento más.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Que comience la "chocoaventura"

Mañana comienzan tal vez los dos meses más emocionantes de mi vida.
De ante mano me disculpo por los errores de ortografía que pueda tener en un futuro, de que tal vez todo se convierta en mi, como un personaje principal en la historia y que las fuentes personales queden a un lado.

El inicio de la chocoaventura va Bogotá-Madrid-Cairo... Ya se imaginarán a este cuerpo hiperactivo 15 horas en avión. Primer reto: no enloquecer en el viaje.

En realidad estoy impactada la cantidad de gente que me dio la bendición. Abrazos llenos de amor y energía. Una persona en especial me regaló su paciencia.

Solo queda triste mi abuelita. Mi mejor amiga de 70 años. A la que le debo mi familia. Pero ¿Cómo explicarle que voy a enseñar todo lo que ella me ha enseñado? ¿Cómo explicarle que voy con la energía y el corazón repleto de enseñanzas para dar? Solo espero que no llore por Skype. Jijiji (no le digan que dije eso)

Señores, con todo empacado, me despido con la deuda de continuar escribiendo sobre mi experiencia. Al mejor estilo Mayteck: Nos veremos para una próxima ocasión, Egipto me espera.

Egypt, where it all begins.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Para ser víctima en Colombia, sólo se necesita la cédula


El mundo entero se encuentra con los ojos puestos en la Negociación del Conflicto Armado que se está llevando a cabo por estos días en Noruega. Venezuela opina, Estados Unidos apoya el proceso, Cuba brinda su experiencia y confianza con las Farc, la opinión pública hace de las suyas, pero sólo las víctimas que en un silencio incómodo llevan su tejido social roto son las que verdaderamente evidencian un conflicto que viola reglas más allá del Derecho Internacional Humanitario.

Aproximadamente 4 millones de colombianos han sido víctimas del desplazamiento forzado. Más de 11.000 niños han sido reclutados, violados o afectados por el conflicto armado. Datos que no tienen en cuenta a colombianos que murieron en su desplazamiento o niños que cumplieron la mayoría de edad en las filas de la guerrilla.

Es cierto que en Colombia solo necesitamos la cédula para ser víctimas, porque seguramente todos hemos sufrido las secuelas de alguna u otra forma del conflicto armado. Algunos de manera directa, otros no tanto. El conflicto armado es un problema que nos compete a todos, no sólo a aquellos que se encuentran vulnerables directamente a ser víctimas o que ya lo han sido, no sólo le compete a las poblaciones rurales, es un problema de país.

Por ejemplo, es común escuchar historias de las familias que viven en el departamento de Antioquia sobre sus viajes a las playas de Tolú y Coveñas, en donde se encontraban en las carreteras los retenes ilegales por parte de los grupos armados. Victimarios que pedían gasolina, comida o a veces simplemente preguntaban el lugar de destino como si fueran una entidad estatal. También está el amigo del tío al que le secuestraron el papá. O la mamá del alumno que es desplazada de Dabeiba. O bien, viajando un poco más lejos, el familiar “lejano” que trabajó con lavado de activos o traficó con narcóticos. Y ni hablar de la conocida que es trabajadora social y va a las laderas de la ciudad para ayudar a desplazados a reubicarse y mejorar su calidad de vida.
Ese es el país en el que hemos construido nuestra realidad. Un país donde los imaginarios colectivos de violencia son altos, bueno, que a veces no son tan imaginarios. Somos un país que en cada noticiero está a la espera de una noticia sobre las Farc para decir: “¿Otra vez?¿Ya que hicieron?”. El conflicto armado se nos ha convertido en un tema más de la agenda cotidiana.

Para nosotros como colombianos no es fácil tomar una disposición y actitud de diálogo, de recuperación de la paz y la tranquilidad, pero debemos hacerlo. La negociación de paz puede que se selle de manera diplomática, protocolaria y simbólica en una mesa en Noruega, pero la realidad la vivimos cada uno de nosotros que estamos identificados ante la registraduría como colombianos.

¿Alguna vez ha usted escuchado decir que somos un país violento? ¿Cuántas veces logró ver por televisión la agresión física que le realizó Elianis Garrido, una de las participantes del Reality Show Protagonistas de Nuestra Tele II al otro participante Oscar Naranjo? Después de casi 50 años de tener un conflicto interno en el país, es complicado preguntarnos por qué somos tan violentos, pero a la vez tan felices. Porque sí, somos uno de los países más felices a nivel mundial. 

La paradoja se extiende aún más, cuando debemos ser nosotros quienes protagonicemos la reincorporación de los victimarios a la sociedad. Nosotros, el pueblo, somos quienes legitimamos al Estado, pero a la vez somos quienes debemos comenzar a perdonar sin olvidar.

Mientras la mesa de negociación se esté llevando a cabo, las políticas públicas deberían estarse direccionando cada día más fuertes para que el gobierno sienta el apoyo de los ciudadanos. Para que juntos trabajemos en pro del mismo objetivo. Porque de nada sirve que las Farc se desmovilicen si el pueblo no está dispuesto a perdonar.
Muchos dirán, pero que difícil es la paz cuando hay hambre, teniendo en cuenta que cerca del 20% de los habitantes viven en condiciones de pobreza absoluta. Pero yo digo algo, que difícil es calmar el hambre cuando hay guerra.