Para no olvidar...

Todos los seres humanos nacemos siendo originales y únicos. Lamentablemente muchos mueren copias. A.L. - Haz lo tuyo, siempre.

viernes, 7 de marzo de 2014

Somos lo que escribimos

Comencé a leer. Buscaba aquel artículo que de verdad me inspirara para escribir este ensayo. Buscaba un texto con una idea que me representara. Buscaba algo que me hiciera apoyar o refutar. Me buscaba a mí en el libro “El dardo en la palabra” de Fernando Lázaro. Y lo encontré.


Desidia ortográfica” es un capítulo que habla sobre la poca importancia que le brindamos a la corrección ortográfica, a la escritura correcta, en donde la cacografía se introduce en los criterios de normalidad cuando hacemos uso del lenguaje. Es un artículo crítico, como la mayoría de “dardos” que se encuentran en el libro, que nos invitan a la reflexión.


Pensar que el descrédito hacia la ortografía es algo aceptable es subestimar el poder de la palabra, del lenguaje como un código mismo.




Recuerdo cuando buscaba dónde estudiar comunicación social. Elegí Eafit porque en la entrevista con la jefe del pregrado, ella me indicó que si me gustaba escribir, narrar e interpretar la realidad y contar historias, entonces estaba en el lugar indicado. Y me hizo reflexionar sobre todo lo que podemos hacer a través del lenguaje.


Los periodistas, por ejemplo, tienen en sus manos la responsabilidad de informar a su público a través de la interpretación de la realidad. Deben acercar los acontecimientos al público pero solo a través del lenguaje pueden hacerlo. Y esto repercute a gran escala en la opinión pública del país. Así que, ¿cómo no dar el lugar adecuado a su buen uso si es la herramienta para lograr su tarea?


“Mientras fonética, léxico y hasta gramática separan a unos países de otros, a unas clases sociales de otras, la norma escrita es el gran aglutinador del idioma, el que le proporciona su cohesión más firme” (Lázaro,1998 : p.120). Aunque incluso esta acepción reduce el poder que tienen las letras.


Un buen texto es capaz de hacernos sentir cosas que no lo harían situaciones que nos pasan en la vida real. A través de la escritura seducimos, decimos quiénes somos, en qué creemos y qué valores guían lo que pensamos.


Un mensaje en una campaña política, en una escuela, en una estrategia de posicionamiento de un producto en el mercado requiere que el lenguaje juegue a su favor. ¿Cómo me dirijo, con qué tono, con qué términos?


El lenguaje es expresión pero también es construcción. Respetar la palabra es algo que nos debemos a nosotros mismos, porque somos lo que escribimos y decimos. Es valorar nuestra interpretación de la realidad, es permitirnos construir imaginarios colectivos, lugares comunes y diferencias.


Y por esa razón es que cuando me preguntan qué causa apoyo, siempre me refiero a la de las letras.


El amor a las letras es aquel que me lleva a corregir a mis amigos en un chat de Whatsapp. Es aquel que me lleva a exigir abrir los signos de pregunta y admiración en todos los textos y publicidades que veo.


Algunas personas consideran que nuestra época actual, tan conectada a través de las tecnologías de la información, da paso a que se comentan los errores ortográficos: “es que tengo que escribir rápido”, “es que me da pereza”, “es un amigo y no es necesario tildar” y la peor de todas “¿pero me entendió? ¿o no?”. Mientras debería ser donde más cuidamos cómo escribimos y cómo hablamos, ya que la mayoría de nuestras interacciones dejaron de ser cara a cara y ya no requieren de un lugar común, entonces solo nos queda vernos representados en el lenguaje escrito que utilizamos en los chat de Facebook, en los mensajes de Twitter, en lo que compartimos en Instagram. Ya no existen tratos de palabra y si aún los hay son más protocolo que termina fundamentándose en un convenio escrito, en una carta, en un contrato.
Una relación laboral se define y se estructura finalmente con lo que diga el texto en el contrato. Lo  mismo sucede con las escrituras de una casa. Y para introducirnos con mayor profundidad, en los libros está nuestra historia como humanidad. Bien dicen que lo que no está escrito, no existe. Entonces ¿por qué no escribirlo bien?


También es importante reconocer que las escuelas de primaria y secundaria no nos presentan las normas ortográficas de una manera muy dinámica. Por el contrario, pretenden que escribamos las doce reglas sobre cómo usar la coma. Una tras otra. Cuando en realidad al pasar el grado no recordaremos más de cinco. Esto solo indica que el problema del respeto por el idioma y sus normas ortográficas es una cuestión cultural con la que crecemos y que viene más allá del hecho de crecer en una generación de nativos digitales. Está arraigada en nuestros más profundos pensamientos, pero lo vemos día a día.


Logré verlo en la Calle 30 de Medellín, tuve la oportunidad de observarlo en una de las vallas de la concesionaria Mazda. Recuerdo que delimitaba la mitad de un carro de la marca, en donde se le daba protagonismo al logo y en la parte inferior decía “Te luce!” (sic). Descaradamente como si la marca estuviera hablando en inglés o en francés, la admiración la indicaba tan solo un signo de cierre. Y pensé que tal vez ese carro me lucía a medias, le faltaba la mitad para hacer un “fit” completo conmigo.


Lo he visto también en escritos de estudiantes en donde utilizamos palabras que no sabemos explicar. En mis primeros semestres cometí ese tipo de errores. Pero luego entendí, después de analizar trabajos con Van Dijk y Eliseo Verón, que somos lo que escribimos, así nos representamos. Pero ¿qué tan bien lo hacemos?
Lázaro C., Fernando. (1998). El dardo en la palabra. Galaxia Gutenberg. Círculo de lectores. Primera edición. Barcelona.


domingo, 9 de febrero de 2014

Al final, las baletas no son el problema

¿Quiere entender el título de mi artículo? Visite la anterior entrada. (Sí, esa de hace mucho tiempo). 

Y es que en la vida laboral te replanteas muchas cosas, entre esas el uso de baletas, claro está. Te preguntas si lo que haces está bien, si tu vida se te pasa entre aquellas paredes o cubículos, si debiste haber estudiado otra cosa, si tu vida profesional está dando el giro adecuado. 

Depronto terminas la práctica y comienzas a trabajar "en serio". Y no es que los practicantes no lo hagamos, en realidad a un practicante le pagan menos de lo que trabaja, pero y ¿cómo no? si "está aprendiendo". 

Comienzas a recibir un sueldo del cual te vuelves dependiente. No importa si son 5 o 20 pesos. Son la posibilidad de acceder a...

Sin embargo, al final de esas largas jornadas en medio de los computadores, los cubículos, las reuniones en donde ya el sueño es inmune al café, llegas a casa. Te quitas las baletas. Ya es miércoles y tienes como propósito no usar más tacones por esa semana. Interactúas con tu familia. Abrazas esas dos horas en las que te puedes sentir como cuando eras estudiante, tan libre, tan pobre pero tan libre, tan inexperto pero tan libre. Se acaban las novelas, tu serie favorita, ves a Vicky Dávila, madreas a los políticos y cuando te das cuenta te estás bañando en medio de un cielo todavía oscuro porque no ha amanecido.

Al final el problema no son las baletas, sino nosotros y nuestra necesidad de siempre querer más. Una necesidad de querer vivir en el futuro, que hace nos olvidemos de vivir el presente. 


martes, 25 de junio de 2013

Después de las baletas, aquí voy yo

Ya es tiempo de acostumbrarse a los tacones, dejar a un lado los tenis con flores, el morral empolvado, las uñas sin pintar. Es tiempo de prepararme para un tiempo fuera de las aulas, lejos de ese mundo seguro entre salones y profesores, el cual siete semestres después puedo decir que manejo a la perfección. 

Cuando un nuevo camino empieza, siempre es bueno volver a las raíces. Dar una mirada al origen, de dónde surge lo que en ese momento estamos siendo. No podemos evadir las preguntas. La parte interesante es aprender a vivir con ellas, pero eso solo lo podemos lograr cuando salimos de la burbuja "confort". 

Como decía, este semestre promete jornadas de oficina, salarios, horarios por cumplir... Sentimientos de ansiedad, inseguridad y miedo. Pero no me malinterpreten, no es un miedo con tendencia negativa. Por el contrario, es un miedo que te reta. Al fin y al cabo has aprendido durante un largo tiempo todo lo que vas a aplicar. 

Y pues así llegas a tu primera entrevista. Te encuentras con amigas y compañeras. ¡Que lindo es encontrarse con gente conocida! Bueno, cabe anotar que estamos obviando la reacción de tu subconsciente cuando etiqueta a los demás como "competencia". Y de pronto, te das cuenta que la vieja esta, aquella de cabello largo, sí, la tesa de la clase, la que no te cae bien, también compite por el puesto contigo. 

Y ¡bum! 

- Buenos días, bienvenidos a la empresa Pepito y Asociados, síganme por acá. 

También encontramos la variación en "acompáñenme por favor" o "esperemos un momento que la Claudia Patricia ya viene". 

En cualquiera de los casos ya hemos sido usuarios del escáner, tanto de la "competencia" hacia nosotros, como de nosotros hacia la "competencia". Tacones grises, bolso rojo, camisa de señora, baletas feas, tacones torcidos, botas con este calor, joyas que suenan, uñas de colores, uñas con rosado y "la rayita blanca". Y es ahí donde recuerdas que los tacones te están doliendo, que como Fulanita, debiste haber elegido las baletas. 

Afortunamente, conoces a alguna de las que está en frente, y surge la pregunta en el aire: "¿Y has ido a muchas entrevistas? 

En general, algunas personas tienen el sueño de trabajar en ciertas empresas, bien sea por su reconocimiento, por su tradición o por su salario, uno en el fondo se pregunta que será de su vida en caso tal de quedar elegido como Gerente Nacional de Panelitas Doña Rita y no de Monsters Incorporated. 

Luego comienza el gran reto,  ¿cómo venderse?
Yo soy tal, vengo de tal parte, estudio tal cosa, soy una persona así y uno de mis mayores defectos es que soy muy perfeccionista. 
Mitad carreta, mitad verdad. Y entre presentación y presentación te dan los famosos "problemas lógicos". 
Debo reconocer que tengo un problema con los problemas. "La casa de Rita que es ingeniera, que no toma cerveza es amarilla y el perro se llama Paco". 

En todo caso, ante la "competencia", la presión de venderse, la decoración de los defectos, la superación de test psicológicos y la solución al problema lógico, lo logré. 
Recibí una llamada en la que confirmaron mi selección en aquel proceso y después de llamar a mi mamá comencé a pensar: en los tacones, en las uñas, en la ropa, en lo que sé y en lo que no también. 

Un mundo nuevo, que se comporta diferente y en el que el relacionamiento parte de jerarquías y conocimiento. Porque si algo tengo claro es que yo no quiero ser la "boba de la comunicadora". 

Y aquí voy yo... caminando en espera de la llegada de mi primer día de trabajo.


lunes, 3 de junio de 2013

Pueblos congelados en el tiempo

Al parecer Venezuela no es el único país que gobiernan dividido. Colombia es un país en Medellín, Bogotá y Cali. El llamado triángulo del oro. Pero otra es la realidad hacia el sur. 

Comenzando desde Tolima, pasando por Huila y Putumayo, se notan pueblos olvidados. "Macondos" suspendidos en tiempo y en espacio. Poblaciones que no van más allá de tener dos o tres cuadras alrededor de la iglesia principal.

Parece el tiempo no pasar de las mismas tiendas con pocos bancos, pocas escuelas, pocas ganas de estudiar, pocas ganas de sobresalir. Pero sobretodo pocas esperanzas de una vida mejor. Ahora entiendo por qué tantos participantes en los realities o en los reinados. No exageraría al decir que algunas de las aspiraciones más importantes de las mujeres en Neiva se encuentra ser reinas del Bambuco y nada más. 

En este lado del país, no hay un Estado que genere y promueva políticas públicas de cultura ciudadana, desarrollo, crecimiento u oportunidades. Y a pesar de que el Desierto de la Tatacoa está considerado como uno de los lugares turísticos más visitados por extranjeros en Colombia, su señalización es una muestra más del abandono en el que el Estado tiene al sur del país. 

Con razón esta zona está catalogada como una de las que más presencia paramilitar y guerrillera tiene. En estas enormes tierras de hermosos cultivos y clima tropical lo único que verdaderamente se explota es el petróleo. 

Es triste ver que las grandes empresas que visitan el sur son solo las petroleras o monopolios de supermercados o telefonía celular. El sur del país tiene más para ofrecer. Hermosos paisajes, deliciosos asados, culturalmente son zonas muy ricas, aunque no lo suficiente para la presencia del Estado. 

Vaya que tenía razón Hector Abad Faciolince en el título del libro "El olvido que seremos".
Desierto de la Tatacoa. Bosque Seco Tropical. Huila.

Desierto de la Tatacoa. Villavieja, Huila. 

Armero, Tolima. Ruinas.