Para no olvidar...

Todos los seres humanos nacemos siendo originales y únicos. Lamentablemente muchos mueren copias. A.L. - Haz lo tuyo, siempre.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Carta a la Navidad



Querido público,



E.S.M.






Los comentarios sobre la navidad abundan... Mensajes en twitter sobre su consumismo. Personas nostálgicas que aún dudan que valga la pena empacar una camiseta en vez de darla en una bolsa. He escuchado comentarios sobre la importancia del dinero en la navidad.






Yo me pregunto, ¿no es mas importante la familia? No se menciona nada de las personas, de la compañía... ¿Se imaginan tener muchos regalos y nadie quién los reciba?






La navidad es una epoca consumista, sin duda, pero es un motivo para ver si el hombre, en esta sociedad tan cargada de todo y a la vez de nada es, por lo menos un mes, mejor, mas tranquila, mas paciente.






El espiritu navideño no es solo algo que se promociona en los almacenes. Es algo que se cultiva, es cuestion de valores. El espiritu navideno es una construccioon que se hace dia a dia, de adentro.



No es impuesto, no es inconstante.



Es omnipresente.






Por su fuerza, por las aptitudes que tiene, yo me declaro a favor de la navidad. A favor de las lagrimas, de los niños, del alma, a favor de los angeles, pero sobre todo a favor del compartir.






Feliz navidad, para tí, para ella, para aquel, para el resto.






Pd.: No olviden el lenguaje del corazón.






Bisous,






Mayteck



martes, 8 de noviembre de 2011

Girardota, el erial indiferente


Dentro de los territorios que se encuentran en expansión en el Norte del Valle de Aburrá, está ubicada Girardota. La Autopista Norte, doble calzada, deja a esta población a solo 35 minutos de Medellín.
Pequeñas calles de un solo sentido, que van de arriba abajo junto a la flota de transporte, son solo una primera mirada del municipio.

Un sol fuerte, propone días calurosos, válidos para turistas y habitantes. Sin embargo, dentro de este panorama amarillo, la deserción escolar se hace presente cada día, con más fuerza.
En algunos casos, los jóvenes, que representan el 15% de la población según el Dane, ingresan a cursar pregrados y cursos técnicos sin éxito alguno. Se escuchan en las calles preguntas como: “¿Estudiar para qué?”.
Jóvenes que pasan años tras años en los pupitres, viendo letras ridículas pasando por su cabeza, profesores aburridos, adivinanzas indescifrables.
Indiferentes, caminan en alto los fines de semana por las calles sin semáforos que los vieron crecer. Nadie se atreve a pronunciar la palabra compromiso, una vida sin sentido es más fácil y no hace sudar tanto.
Si bien hay situaciones donde los niveles de economía no permiten el acceso a la educación, Girardota cuenta con instituciones como la Corporación Politécnica, Cenforma o el Fondo Antonio Mesa Naranjo, las cuales presentan opciones y posibilidades a aquellos jóvenes interesados.
¿A cuáles jóvenes? El desinterés producido por una vida que no promete nada mejor, donde todo es difícil, cuesta, se apodera de los pensamientos de estos pres- y adolescentes. Duermen hasta las doce, ayudan a limpiar la casa y quedan libres de combates.
El abandono, deserción de escuelas y centros de aprendizaje propuso una sociedad diferente para los habitantes del municipio. Para jóvenes quienes tienen en sus manos un futuro que no vale, no existe, no importa y lo más especial de todo, no importa que no importe.
Las instituciones se ven solas, no hay personas, no hay interacciones, los pupitres vacíos son cada vez más. Jóvenes sin sueños, indiferentes son el público objetivo. Anulan cualquier preocupación.
“Palmas del Llano”, un mall lleno de sillas que invitan a sentarse, frío pero tranquilo hace que las semanas sean recompensadas allí, sábados y domingos. Jóvenes viviendo en un erial indiferente, sin pena ni gloria. El alcohol y la rumba dan un respiro y una tranquilidad, disfrutar consumiendo los hace “libres”.
Se enfocan en satisfacer sus placeres mientras piensan en lo libre que son de todo, sin saber lo atados que están al mercado. “Llenos” de nada, pero “llenos”.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Gasca, ¡Gasca!, circus

Aprovechando que esta sociedad posmoderna en la que vivimos es paradójica, decidí hoy hablar de uno de los satisfactores existentes dentro del maravilloso mundo del espectáculo y el entretenimiento. (Eso sonó como frase de Disney Channel).

El circo.

Según la página web Diccionario Etimológico de Chile, un portal dedicado al etimólogo y gramático de la lengua rusa Valentin Lyudvigovich Anders, “la palabra ‘circo’ viene del latín ‘circus’ (círculo en principio) y se especializa en designar a edificios alargados, muy monumentales, con graderíos laterales elevados sobre complejas construcciones y pasos abovedados, y una larga explanada central o arena, divida en el centro por un muro o espina, que separaba ambos sentidos de la marcha, y eran para carreras de carros o caballos. En el sentido de “círculo” es sustituido por su diminutivo circulus. Circus en absoluto procede del griego, ya que círculo en griego es κυκλος” *

La noche fría y lluviosa. De la ciudad de la eterna primavera no quedan más que abrigos, parabrisas con gotas y paraguas abiertos. Los alrededores de la estación Ayurá del Metro se encuentran llenos de luces, personas, niños, algodones… ¡El circo ha llegado a la ciudad!

15 días antes la radio estaba invadida por una cuña: “… Y después no digas que no te avisamos”. Luego, se prometen las últimas funciones, se disminuyen el valor de las entradas.

Tras parquear el carro por cinco mil pesitos, se escucha la música de inicio y los paisas de pura cepa, tarde como siempre, se ven correr entre la lluvia.

“10.000, 15.000 Y 20.000 pesos” dice el letrero que nos recibe en la taquilla, indicando que no se le debe preguntar a la persona detrás de la ‘miniventana’, con vidrio oscuro, cuál es el valor de la entrada. Es más, no alcancé a percibir la mano humana que nos devolvió los tiquetes. Luego de elegir la boleta del medio, esa acomodada que representa la clase trabajadora que sale a algún lugar caro una vez al mes para que trabajar valga la pena.

El frío continuaba, la función llevaba cinco minutos. Un extraño personaje vestido de humano expandió sus pulmones y sacó de su diafragma un grito: “¡Entren! ¡Ya la función empezó!”.

Casi como una orden, mi formación sicorígida le indicó al cerebro que era el momento de echar la marcha.
Un paso tras otro. Estructura metálica, arena húmeda, tablado y finalmente escaleras un poco inestables y peligrosas teniendo en cuenta que la luz estaba sobre los artistas.

Otro personaje vestido de humano direccionó su mano hacia arriba de la tribuna. Seguramente que mi espalda ofuscó a más de un visitante mientras intentaba subir las escalas, encontrar la silla indicada y finalmente sentarme a ver el espectáculo.

Un contorsionista abrió la gala introduciendo sus 206 huesos en una caja de cristal. El público aplaude, se impresiona, en los tenue reflejos que los reflectores dan se ven bocas abiertas, niños sonrientes y el tiempo corriendo.

Este circo parece ser el palacio de los 5.000 pesos. Todo lo que se le pueda ocurrir comprar, desde un algodón, unas crispetas, una gaseosa, una botella con agua, el parqueadero…

De repente Raúl Gasca comienza a promocionar su disco. Cinco minutos después pasé de estar en el circo de los hermanos Gasca para estar en un concierto de Raul Gasca.

Nos ofrecieron comprar el nuevo álbum. Una y otra vez. Ya era el descanso en la mitad de la función y yo todavía pedía más al espectáculo. Lo recordaba como hace seis años, cuando la boleta era más costosa pero se veía el trabajo. Recordaba a Raúl sobre caballos haciendo malabares, domando un animal tras otro, monos, elefantes, tigres blancos, caballos, leones, ponis, perros… De ese espectáculo maravilloso sólo quedó un cantante que cambiaba de caballo cuando la canción lo pedía. Un intento por recrear a Vicente. Vicente, el grande. Quedó en intento. Volvían a ofrecerme el CD. Pensé en Ares, Youtube, 4shared… Entré en una confusión. Abrí los ojos vi a los tigres blancos, parpadeé y ya no estaban.
Hermosos cuadrúpedos equinos de diferentes clases desfilaron por una arena en forma de círculo.

-¿Pero qué se hicieron?-  Me preguntaba en silencio, con un toque de retórica. No lo quería aceptar. Otra canción de Raúl.
-!Qué pasó!-  Gritaba el cantante luego de hacer una que otra maroma. Al final hacía fuerza porque sabía que lo volvería a decir. No quería más. No paso nada. Debí gritar, pero luego recordé que no me escucharía. Solo sería la chica antipática de la banca de atrás, de clase trabajadora, loca y rara que deberían de sacar.

Luego todo pasó a un terreno más tensionante. Trapecistas. Pequeños que había conocido disfrazados de Peter Pan, ahora exhibían sus cuerpos con falta de desarrollo aún, ante miles de mujeres emocionadas. Perdí un oído: me senté al lado de una fan.
Se pasaban de un lado al otro por el aire, como dueños de la gravedad. Intentaban destruir a Newton y a la Tierra misma, pero luego alguien largo y fuerte los agarraba para evitar la comprobación de la destrucción.

Payasos… payasos al fin y al cabo. Pitando, con voces chillonas, ruidos extraños… Payasos…
Un excelente equipo técnico-lumínico daba vida a luces, voces, canciones, sonidos, en el momento indicado, exactamente en el minuto que la planilla lo decía para el show.

Diez de la noche. El cuerpo cansado de la silletería. Últimas ofertas de posar con elefantes y tigres blancos, de comprar el último álbum del artista del momento, de llevar la foto que nos tomaron sin previo aviso como “recuerdo especial”.

Dos horas de distracción para el cerebro, pero aún seguíamos consumiendo. Inmersos en eso masivo, inconscientemente compradores, paradójicamente “felices”.

Se cierra la función con una sonrisa de todos los artistas, el maquillaje se ve evidenciado. Se apagan las luces y los cuerpos consumidores caminan uno detrás de otro. Mientras tanto una voz de locutor nos ofrece de nuevo el CD y DVD, además del autógrafo del cantante. Un kit más que completo.

Se cierra la puerta del carro.
He ido a un circo a ver un concierto. Dios bendiga la música, que llega donde las caricias no pueden. ¡Amén!


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*Esta página web hace parte de www.deChile.net. Disponible en http://etimologias.dechile.net/?circo

miércoles, 5 de octubre de 2011

“A la mierda la decoración de la vida”

Perdonen respetados príncipes y princesas. En este mundo lleno de antinomias, ustedes y lo feo deben convivir.
Sociedad posmoderna.

No más. Desgaste. Un cansancio absoluto nos absorbe. A la mierda la decoración.

“El proceso de personalización aseptiza el vocabulario como lo hace con el corazón de las ciudades, los centros comerciales y la muerte. Todo lo que presenta una connotación de inferioridad, de deformidad, de pasividad, de agresividad debe desaparecer a favor de un lenguaje diáfano, neutro y objetivo, tal es el último estadio de las sociedades individualistas”.*
Guilles Lipovetsky.

¿Acaso no están cansados de la falsedad de un mundo decorado por más que palabras bonitas?
A la mierda el anti-bacterial.
A la mierda las expresiones decoradas: Lipovetsky lo dice, solo hay invidentes, pero no hay ciegos. Se cambian los lisiados por minusválidos, los sordos por los de mal oído. A los de la tercera edad jamás se les llama viejos. Las empleadas domésticas son “nanas”.
A la mierda el lenguaje lleno de excusas, saturado de lo barroco, en una mezcla de mala educación e inmadurez. No más síndromes, trastornos o cualquier pantalla rara. No más bipolares. ¿Acaso todo el mundo resultó bipolar?
No excusemos más a nuestros hijos malcriados, necios, inquietos, indisciplinados en problemas psicosociales. Reconozcamos a los que “les falta correa”.
Que viva la tierra, lo natural, el cabello al viento, las telas sueltas, pero sobre todo el realismo.



* Guilles Lipovetsky. “La era del vacío”. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Traducción de Joan Vinyoli y Michele Pendanx. Editorial Anagrama, Colección Compactos. Barcelona. Página 22

jueves, 18 de agosto de 2011

Periodistas a sus grabadoras

La labor periodística no se basa simplemente en presentar unos datos a un público, sea oyente, lector o televidente. El análisis y la interpretación de la información son fundamentales para captar el interés, además que sea útil y actual. Debe cumplir con los criterios periodísticos, como por ejemplo: actualidad, cercanía, interés humano, entre otros.

Para que se pueda lograr lo anterior, es necesario que el periodista se comprometa con una interpretación de la realidad de manera objetiva y argumentada mediante la narración, grabación, visión.

El periodista cumple un papel importante, debido a que está en la sociedad con una perspectiva analítica en donde logra observar y describir, bien sea una cultura, un evento, una situación.

El texto “El encuentro con el otro”, de Ryszard Kapuscinski, si bien no habla del periodismo como tal, hace una relación de lo fundamental, que es contar con el Otro. “’El Otro’ dejó de ser sinónimo de algo extraño y hostil, peligroso, maligno y letal. Descubrieron que cada cual llevaba dentro un fragmento del Otro, creyeron en ello y vivieron tranquilas”. (1) Es por esto que el periodista asume un lugar privilegiado, ya que tiene la oportunidad de interactuar con el otro, concederle su lugar, respetar desde sus creencias hasta sus afirmaciones o al menos esta es la que debería ser su conducta frente al otro, más acertada.

La adaptación del periodista a lo glocal, a lo actual, a las nuevas tendencias es algo que debe caracterizar su comportamiento profesional, a la hora de entrar en acción.

De alguna manera, el comunicador tiene el mundo para trabajar sobre él, entendiendo este como lo que el hombre interpreta, lo que expresa, de acuerdo a las experiencias que cada uno haya vivido. Es aquí, donde surgen elementos como el lenguaje, como la cultura misma, que le dan a este personaje temáticas sobre las cuales analiza y sirve como mediador.

El papel del periodista debe estar guiado por un entendimiento de cómo lo local, en tanto hace parte de lo vital de una comunidad, es fácilmente digerible, aceptable y entendible bajo cualquier frontera geográfica.

Además comprender que culturalmente escuchamos, percibimos y sentimos distinto. Ser consciente de que en la comunicación contemporánea, las nuevas miradas de cómo comunicar y ser comunicados predominan.

La metodología cualitativa presenta en conjunto un acercamiento a una realidad de manera empírica. Es sin duda, el mecanismo estrella para que el periodista observe y describa, se desenvuelva a la perfección en su labor.

Según el texto “Introducción a los métodos cualitativos de investigación” de Taylor, S.J. y Bogdan, “la frase ‘metodolgía cualitativa’ se refiere en su más amplio sentido a la investigación que produce datos descriptivos: las propias palabras de las personas, habladas o escritas, y la conducta observable… Es un modo de encarar el mundo empírico”. (2)

El periodista se convierte en este sentido como investigador de los fenómenos que se presentan en la sociedad. En la utilización de esta metodología, se sitúa un contexto específico, que define el pasado y a la vez el futuro que guiará la investigación.

“Para el investigador cualitativo, todas las perspectivas son valiosas. Este investigador no busca la “verdad” o la “moralidad” sino una comprensión detallada de las perspectivas de otras personas”. (3) El papel del periodista, al investigar, es relacionar los datos con lo que las personas dan como testimonio. Por eso busca hablar de lo que está justificado para así darle validez a su investigación, sin dar juicios valorativos. Porque debe ser imparcial, objetivo en el momento de la interpretación de los hechos.

Finalmente, para la clausura de este texto, mencionaremos que el periodista tiene una labor que incluye de manera amena todos los campos, tanto político, social y cultural como religioso. Su labor en el mundo ha ayudado a que el hombre conozca su realidad, en tanto conozca su entorno, además ha ayudado a que las relaciones interculturales sean cada vez más tolerantes.



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(1) Kapuscinski, Ryszard. “El encuentro con el otro”. Letra Internacional nº 94, Primavera 2007. En línea. Página 1.
(2) Taylor, S.J. y Bogdan, R. “Introducción a los métodos cualitativos de investigación”. Introducción. Ir hacia la gente. En línea. Página 3
(3) Taylor, S.J. y Bogdan, R. “Introducción a los métodos cualitativos de investigación”. Introducción. Ir hacia la gente. En línea. Página 3

martes, 26 de julio de 2011

Así se suda en la Feria (Colombiamoda 2011)

¡Sudar! Creo que son pocas las personas que disfrutan hacerlo. Por lo menos yo, cuando descubrí que no era sexy, que le daba mas volumen a mi cabello del que necesitaba, me di cuenta que no me gustaba. Y es que aun me sorprende ese comercial de High Definition de Directv, en donde una gota gigante de sudor cae sobre la calle y se expande. La primera vez que lo vi, casi voy a lavarme la cara.




Y es que eso de que Colombiamoda es dólares, modelos y sonrisas es solo una cara del evento.
Para que cientos de inversionistas compren debe haber al menos mil personas detrás, sudando. Organizando desde los formatos que formalicen los acuerdos económicos hasta la traducción de una frase.




Pabellones que mezclan desde el tricolor hasta blanco, dan la forma al recinto. Colores, texturas, modelos, afanes, ansiedades, estrés y la más complicada de todas: moda.

La moda va de la mano de la belleza, de la mano de la comunicación, de la mano del mundo subjetivo, de la mano del poder, de la mano de lo importante y lo reconocido. Es un concepto tan híbrido como complejo.
Sin embargo, Colombiamoda 2011 esboza un poco de esto y mucho más.

En la mañana delineé mi cuello con una tira plástica, atada a un material transparente que incluía un papel con mis datos. Era sorprendente. Código de barras, sello en dimesiones, mi nombre perfectamente tecleado. Por un momento logré pensar que tenía el mundo a mis pies. Casi que Eva Hugues pudiese ser mi jefe. Pero luego volví a la realidad cuando un agente policial me cuestionó sobre mi documento de identidad.


Señorita, documento de identidad por favor. Me indicó

Abrí el cierre, la billetera no salía. Cuando logré pistear mi ID se atazcó entre los compartimientos.

Dije para mis adentros. ¿Es sudor? O está lloviendo

Una mirada hacia atrás me indicó que había atascado la circulación de la entrada Principal.

Cuando se hace el recorrido por los diferentes pabellones de la feria, se ven los ambientes y enfoques. Jeanswear, Beachwear, Activewear…

Un paso, una modelo, un paso, colores, un paso, la presencia de Vogue, un paso, estás en la experiencia más atrayente de moda.
Pero todo esto solo es posible gracias a la mano de obra debajo de la mano de obra. La organización del evento, el made off de los stands, el cableado, los sistemas de información, el registro, entre otros detalles, son elementos claves para que la fluidez acompañe a la feria.


Luego de ubicarme, estoy en mi salsa. Comienza mi desfile. Camino por los corredores. Me encuentro a Bianca Arango, Angie Cepeda, Agatha Ruiz de la Prada, casi siempre muy fugaz, casi siempre cuando reacciono ya fui atropellada por sus asistentes. Claro, que no falte el presidente Juan Manuel Santos con toda su comitiva de prensa en donde casi que me vi sin aire.


Mientras las modelos, actrices y personajes públicos se pasean junto a mí, desfiles de verdad se disfrutan en las Pasarelas 1 y 2. Es que definitivamente solo Une logra mostrar todo a la vez, porque un humano por más polifacético que sea, no alcanza a cubrir toda la cantidad de situaciones importantes que se presentan en estos tres días en Plaza Mayor.

Continuará…

viernes, 27 de mayo de 2011

Jorge: fabricante de emociones

La programación de una sesión fotográfica en la agenda de Jorge Londoño y su equipo de trabajo indica que habrá un detrás de cámaras que grabar.


Una modelo, un fotógrafo, un estilista, un vestuarista y el equipo técnico son solo elementos que deben estar presentes para realizar un detrás de cámaras. No obstante, estos no auguran que sea exitoso, no auguran que el clima esté a su favor, no sirven para asegurar que el cronograma del día será cumplido.


Jorge Londoño tiene como profesión administrador de negocios de la Universidad Eafit, sin embargo, su ocupación radica en la producción de televisión. Desde detrás de cámaras, videos musicales, hasta ‘motion graphics’, es decir, animaciones en 3D Max, ocupan la muestra de su trabajo en su canal de Youtube.


Desde hace doce años este joven está trabajando en la industria de la publicidad, los detrás de cámaras y todo lo que producir televisión conlleva. La Fábrica de Videos es la empresa con la que desde hace dos años, Jorge Londoño, viene firmando sus “productos”, como él les llama.

La realización de un detrás de cámaras debe tener muchos elementos que son necesarios, constantes, por ejemplo, siempre se necesita un cliente que solicite el producto. Sin embargo, este trabajo no tiene nada de rutinario. Cada cliente es diferente, cada sesión trae su afán.



Jorge tiene un cabello corto, color café, similar a la capa dura que cubre al pistacho. Sus ojos color miel se ven resaltados por el sol, combinando casi perfecto con su cabello. Piel caucásica y una barba corta.



“Mi trabajo es dinámico, entretenido, muy exigente y competido, pero me parece lo máximo”. Así se refiere Jorge Londoño Cárdenas de manera apasionada como fabricante de emociones. Capaz de recrear en cualquier imagen una sensación, una idea, un sentimiento, una emoción.
Además afirma que “todo es posible”, reiterando así el slogan de su empresa, La Fábrica de Videos.

Este empresario comienza el día de grabación en su oficina, ubicada en el barrio la Castellana, en el suroccidente de Medellín. El local consta de un estudio fotográfico de 12 por 6 metros de ancho y 5,5 metros de altura. Además, de su oficina y la oficina de su único empleado, Cristian Hincapié, donde se realiza la magia, la edición. Allí hace las llamadas respectivas del día para la sesión de fotos programada para la tarde, luego de ver en la calle el cielo gris que representa problemas con la luz y con los escenarios.

Jorge siempre contacta el resto del equipo para la producción, para esta sesión de fotos el fotógrafo elegido es Fernando Ferro de la Pava. Un longevo pero experimentado artista de gafas y cabello tan corto como la alopecia lo indique. A distancia, intercambian unas cuantas palabras sobre el clima y la preocupación de satisfacer al cliente con unas fotos urbanas y un poco soleadas. La necesidad de un plan B es extenuante para ambos.

Los factores más difíciles de manejar que se presentan en los detrás de cámaras son los exógenos a los participantes y responsables. El tráfico, el clima, las fuentes de energía, la fundición o falla de algún accesorio lumínico pueden acabar con una programación de horas en segundos.

El alto nivel de estrés que una producción puede generar sobrepasa los límites de hambre y sudor. El tiempo representa dinero y el dinero está balanceándose entre el presupuesto de un contrato que el cliente firmó y el aumento gracias a la incertidumbre. Unas gotas de agua en un mal momento o el daño de la cámara pueden reducir un cliente en el “tarjetero de cuero”.

Tras medio día de espera, el clima mejora, el sol hace de las suyas para escabullirse entre las nubes. Jorge Londoño viaja al estudio del fotógrafo, ubicado en el barrio Rosales. Allí se encuentra Andrea Ríos, la estilista, con su gran caja llena de pinturas, brillos, polvos y demás para hacer de cualquier rostro una obra de arte, acompañada por Julieth Valencia, la publicista.

La modelo, Shirley, está retrasada, así que el equipo decide almorzar a dos locales del estudio. Termina el almuerzo, llegan dos asistentes del fotógrafo y aun no hay señas de la modelo.

Dos horas más tarde la modelo llega, anunciada por un alboroto que se da entre las personas que la acompañan. Son los clientes y vienen a ver el “made off” de su producto.

Morena, de cabello negro azabache entra gloriosa al estudio usando sandalias de plataforma, rosadas como las cintas de las camas cunas, que le combinan perfectamente con su bolso. Como si hubiese ganado el primer lugar de algún campeonato, entra sonriendo y besando al fotógrafo en cada mejilla. Luego de las formalidades se escuchan las instrucciones para el maquillaje, el peinado y lo que debe estar empacado, listo para salir a hacer el rodaje en exterior sin contratiempos.

Cajas negras que contienen los equipos, el vestuario con los cambios que la modelo debe usar, entre otros detalles son ubicados en el transporte. Comienza la ruta, la primera parada es en Ciudad del Río, un sector ubicado sobre la Avenida Las Vegas, en la zona suroriental de la ciudad de la eterna primavera.

Todos los elementos técnicos son descargados en el área de trabajo. Las asistentes de Fernando Ferro ubican el flash y demás elementos de iluminación donde su jefe les indica. El show ha comenzado.

Jorge enciende su videocámara, grande, pesada. Aquella que lo ha acompañado durante los días más gloriosos y los más desafortunados. Planos vienen, planos van. Enfoques, “til up”, “til down”, trípodes nivelados y luces organizadas. La modelo hace tres cambios de vestuario, desde sus tacones hasta sus aretes.

“Shirley hazte de lado, sube el pie, sonríe, gira un poco más. La necesito menos peinada, está muy peinada”, ordenaba el fotógrafo mientras sus asistentes organizaban lo que decía y la estilista intentaba obtener, en tres segundos, más volumen en el cabello de Shirley.

Ya son las siete de la noche y acaba el primer escenario. Todos los equipos vuelven a ser ubicados en el transporte. La siguiente parada es al sur de la ciudad, el puente de la Aguacatal, nada más urbano que el corredor lleno de establecimientos que se encuentra debajo de este intercambio vial.

Las luces se convierten en la vida de estos magos del video y de la fotografía. La planta de energía está jugando ahora de protagonista. Mientras que se hacen las últimas tomas y las últimas fotografías.

La noche llega, oscura, trayendo a la memoria las horas trabajadas, el cansancio, el hambre, el desgaste físico y mental por lo que no salió como estaba planeado y por lo que había que lograr en cada foto. El cliente sonríe satisfecho por el productivo día.

El detrás de cámaras está grabado. Ahora, Jorge Londoño, el productor, debe llevar el casete mini DV a su oficina, específicamente a aquella donde se hace la magia.

Por primera vez en el día se respira un poco de aire tranquilo, sin la incertidumbre de lo próximo a grabar. El clima no logró cerrar las expectativas. El equipo ha salido victorioso con su producto.






*Agradecimientos a Jorge Londoño y su equipo


**Fotografías tomadas por Mayteck Arenas

lunes, 9 de mayo de 2011

Santiago Fernández, de niño a ingeniero


Un computador está definido en el Diccionario de la Real Academia como una “máquina electrónica, analógica o digital, dotada de una memoria de gran capacidad y de métodos de tratamiento de la información”, sin embargo, para Santiago Fernández es más que un objeto de trabajo, es su mejor amigo, su medio de producción.

Desde los 14 años, Santiago comenzó a desarrollar un interés, casi deseo, por la reparación y el mantenimiento de los computadores, hace nueve años una pasión de un adolescente sumada a la inspiración paterna, hicieron que sea hoy un ingeniero.

El crecimiento profesional que este joven tuvo fue atípico al concepto de pregrado como un programa cerrado y concluyente. Los ciclos propedéuticos, recientemente adaptados y publicitados en Colombia, específicamente en Antioquia, le abrieron las puertas a un niño con sueños de grande. Esta herramienta permite la educación superior como un proceso de formación a lo largo de la vida, o específicamente a lo largo de un pregrado, consiste en dos años para la técnica, un año para la tecnología y finalmente dos años para la profesionalización.
La Ley 749 de 2002 introdujo este tipo de formación por medio de los ciclos propedéuticos específicamente en las áreas de ingenierías, tecnologías de la información y administración. La página web oficial del Ministerio de Educación afirma que “un ciclo propedéutico se puede definir como una fase de la educación que le permite al estudiante desarrollarse en su formación profesional siguiendo sus intereses y capacidades”, así como Santiago logró hacerlo siguiendo sus sueños.

Durante los años como estudiante de bachillerato, sus promedios llegaron siempre a lo más alto de todo el colegio. La institución educativa Salazar y Herrera fue testigo, desde primero hasta once, de un niño común que creció como un hombre brillante.

El lunes, 9 de mayo de 2010, Santiago Fernández abre sus ojos aún con pereza, gracias al sonido desagradable de un despertador que no suena sino que rechina. Su habitación, cuadrada y oscura por la persiana, es testigo de una cama usada, de un metro con veinte centímetros, exactamente del mismo color de la mesa de noche. El reloj marca la hora, cuatro y media de la mañana en punto, la ducha lo saluda con un baño más de vapor que de agua. Elige que usar según las actividades del día en su trabajo, comité, reunión con los clientes. Un pantalón, normalmente de color oscuro, una camisa de manga larga son los indicados para ese inicio de semana. Su mamá ya hizo los mismos pasos aunque con un poco más de habilidad que él. Aidé Londoño ya hizo el desayuno, se alistó y tomó su café mientras que él apenas comienza a ingerir sus huevos con salchichas. Su hermana permanece dormida unos minutos más, así que no hace parte de esta dinámica.

El viaje en automóvil se toma de 5 a 10 minutos desde su hogar hacia la universidad Eafit. El torniquete de la entrada le pide su carnet sin siquiera hablar. Se abre la puerta de un salón y en 2 horas diarias Santiago recibe su formación para especializarse en Gerencia de Proyectos.

Luego de vestirse con el rol de estudiante, estira la mano indicándole al taxista que está interesado en el servicio. El transporte lo lleva a su oficina donde comienza el día y se viste de ingeniero. Se abren las puertas de Magnum Logistics S.A. Su labor consiste en el desarrollo del software para el manejo de las importaciones y exportaciones del Cerrejón.

Su piel es caucásica, tal vez demasiado para parecer colombiano. Tal vez demasiado para parecer hijo de una familia tan antioqueña, llena de costumbres arraigadas en Medellín, la hermosa ciudad de las flores, donde se comen fríjoles con chicharrón y se toma Aguardiente Antioqueño. Además, su cabello no le ayuda, a su juicio, que su pasaporte sea color uva y diga República de Colombia, porque es tan rojo como amarillento, incluso se mezcla con la luz solar de una manera perfecta, tan sincronizada como su horario de trabajo, sólo como lo logran hacer los miles de extranjeros que visitan la Región Andina.

Santiago, el ingeniero, es hermano y novio. Amante de la fotografía. Su cuenta en flickr delata sus más ligeras pasiones fotográficas, pero sobre todo delata que es un observador innato al cual los viajes lo motivan a seguir en una vida monótona. Bellas Artes y la compañía de alguno que otro amigo, hoy en día socio, le enseñaron una ciudad llena de jardines botánicos y parques para explorar, visitas que se ven evidenciadas en estas fotos con pies de página cautelosamente buscados.

Mientras cursaba los grados 10 y 11 en la Institución Educativa Salazar y Herrera, inició su Técnica en Sistemas en el Centro de Estudios Especializados, Cesde. Debido a su rendimiento académico en los dos primeros semestres, logró ser monitor durante tres meses, en donde prestaba salas de cómputo a los estudiantes y les solucionaba las dudas. Esta actividad le abrió las puertas para ser parte del Departamento de Desarrollo de Software de la institución como aprendiz. Allí desarrolló el aplicativo para la Biblioteca.

Bucear es otra de las actividades que sacan un Santiago más social, más amigo, más sensible ante la naturaleza de un mundo azul y maravilloso. Es un encuentro íntimo con su yo espiritual y natural. Un yo más ecológico que nada con tiburones y viaja a islas donde el celular no tiene señal, para sumergirse en un mundo marino único, propiedad de la biodiversidad de Colombia.

Magnum Logistics recibe al protagonista de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Outlook, el programa mediante el que recibe sus correos empresariales, invade su pantalla indicándole las actividades y requerimientos que debe solucionar en el resto del día.

La hora del almuerzo se convierte en una hora de descanso, ya que la oficina que tiene una enorme vista a la ciudad es muy cercana a su casa, todo ubicado en el Poblado. Camina unas cuadras y llega a su residencia en la urbanización Providencia de Castropol, apartamento 602.

‘Santy’, como sus amigos y familiares más cercanos le llaman, es empresario. En compañía con sus socios y amigos, Leonardo Arango, Jaime Marín y Alejandro Martínez, están al frente de NeuroSolutions S.A.S., una compañía con dos años de experiencia en el desarrollo de aplicaciones para manejar activos en las empresas, implementando tecnologías inalámbricas. Según Santiago, “crear empresa en este país es muy difílcil”, sin embargo, la dedicación y el trabajo arduo ubican hoy en día la oficina de NeuroSolutions S.A.S en el barrio La Floresta, gran esfuerzo tanto económico como investigativo.

Desde sus transacciones bancarias, la compra de su equipo para fotografía, hasta las flores que le envía a su novia de aniversario son diligenciadas desde las diferentes sucursales virtuales que su computadora le ofrece.

Un joven como Santiago Fernández es ahora la inspiración de muchos jóvenes y niños que sueñan con ser ingenieros de grandes. Un ejemplo que demuestra el fruto de la disciplina, de la dedicación, del estudio constante, de la lucha por ideales.

Una historia de un niño ingenioso que hoy en día es un brillante ingeniero.






*Agradecimientos a Santiago Fernández

lunes, 18 de abril de 2011

Sapos por príncipes y mujeres gordas

A las mujeres se nos tiraron la vida compañías como Disney, Pixar, Fox y seguro que muchas se me escapan. Los Hermanos Grimm, célebres autores por sus cuentos infantiles, también aportaron a la causa. Y es que ¿a quién no le leyeron Hansel y Gretel o Caperucita Roja? O peor aún ¿quién no ha visto estos cuentos en las mañanas de los canales nacionales? Todos estos dibujitos bellos con finales felices, largos vestidos y largos cabellos no son más que fantasía y allí deberían quedarse, pero lastimosamente somos víctimas de esto. La mayoría de mujeres andan en búsqueda de un esposo, novio, pareja, amante, tinieblo, puchurrumi o llámese como se quiera: perfecto, lindo, apasionado, carismático, atractivo, delicado, masculino, moreno de ojos verdes, así o asá.


!!Pfff!!! Tonterías, que siempre terminamos eligiendo el que tiene las menores o peores cualidades.


Es que nos jodieron con lo de “príncipe azul” y nos jodieron con lo de “mujer perfecta”.


A ver niñas, seamos consientes: Zac Efron es más un Kent que un ser humano, Robert Pattinson solo se ve lindo maquillado pálido y con ojos rojizos, no hay hombres perfectos ni mujeres mucho menos. Todos nacen, crecen, se reproducen y mueren. No vivimos en la época feudal como para ser rescatadas de las torres. Los estilistas no nos dejan crecer el cabello porque está out, así que creo que Rapunzel fue la única de buenas. No tenemos que ser madres, amigas, amantes, ejecutivas, profesionales y todo lo demás, junto, mezclado, a la velocidad de la luz y en el avión fantasma de la Mujer Maravilla.


¿Y a dónde queda nuestra felicidad? ¿A dónde queda lo que nos importa? ¿A dónde queda nuestra esencia?


¡Ahhh! Tranquilas, que aún no he mencionado que todas alguna vez hemos estado o vamos a hacer una dieta, porque estamos destinadas para hacerla. Ahora los hombres no hacen nada, porque no los dejamos. Porque si no estudian pueden ser celadores, pero si una mujer no estudia tiene que ser puta o señora del servicio.


No me parece justo. No estoy de acuerdo. No me recomiendo. No recomiendo los finales felices. No creo en los finales felices y como dice una amiga mía en su blog: “Que desilusión un final feliz. Me sentí engañada. Me pasó lo mismo que me pasa con las personas que siempre son felices, que además son bellas, queridas, amables, perfectas. No les creo. No existen. Solo pretenden ser. Y por eso me caen mal”

jueves, 17 de marzo de 2011

Dos horas en mi Medellín


Mi ciudad, Medellín, es un paisaje único con aroma a montaña escaso de encontrar, conocerlo es fácil por la comodidad de su transporte público como el Metro. Sistema de transporte masivo que está cerca a la mayoría de centros culturales, parques y sitios de interés de la metrópolis.

Y sí, la mayoría de ‘eafitenses’ estamos metidos en unas burbujas de cristal, otras de teflón… unos más profundos que otros, vivimos en un mundo aparte del caos del centro, de su polución, de la contaminación auditiva y visual de las calles más antiguas, colmadas por miles de transeúntes de toda clase social, porque sería el colmo agregarle más a lo que nuestra propia sociedad le brinda al atestado cerebro. Avenidas rodeadas por una mayoría de personajes espléndidos que agobian la sociedad colombiana: ‘el vendedor’. Un trabajador incansable que vive en las laderas de la ciudad pero que debe viajar al centro ya que este es su vida, su entorno, su paisaje, su verdadero ‘yo’.

Dentro de las visitas que he hecho en mi vida, normalmente obligada, para conocer mi ciudad, se encuentra el Jardín Botánico, la Universidad de Antioquia, entre otros… Pero ninguno como el Centro de Medellín. Ningún lugar del mundo puede reemplazar el paseo Junín, padre, señor, amo y maestro de las tardes de miles de señoras jubiladas dedicadas a “juniniar”. ¡Ah! Es que en Carabobo no hay ‘Caminito argentino’ que valga.

Afortunadamente en varias oportunidades he visitado el centro. Comprar dos tiquetes para la ida y el regreso. Antes de pasar el tiquete en el tubo que permite la entrada, siempre se demora lo suficiente como para que el cuerpo se quede engarzado o se detenga de un golpe reaccionando así en que aún no ha terminado de “leer” el tiquete. Introducirse en el calor y los olores de un vagón que parece no funcionarle el aire acondicionado. Contar las estaciones restantes, tratando de olvidar la cercanía del cuerpo de otras personas por el poco espacio. Una voz femenina y “regañona” entona claramente lo que mi cuerpo debe hacer o no durante el recorrido, la cual se supone me debe ayudar a bajarme en la estación más acertada pero que normalmente nunca se le entiende a menos de que sean frases de respeto, “cómo y a quién donar la silla”, entre otros elementos que caracterizan a la famosa ‘cultura Metro’. Industriales, Exposiciones, Alpujarra, y finalmente: “Próxima estación San Antonio”.

Descender las escaleras de la estación y luego darse cuenta de la rara sensación que el cuerpo tiene, un entorno que le ha hecho cambiar la actitud, sólo es posible en el centro. La sensación de estar en otra ciudad, la apertura de una puerta tan original y única que su más ligera descripción alcanza a descifrar los secretos de su entorno.

Cerca a la estación Parque Berrío se encuentra el Palacio de la Cultura, sin embargo es más divertido el camino a esta gran edificación que introducirse en su estructura misma. Primero debemos pensar que cada estación del Metro tiene mínimo dos salidas, que comunican a dos calles muy diferentes y que son difíciles de manejar, más cuando el calor y el cansancio abruman.
Si existen plazas con mercancía, intercambio de dinero por bienes y servicios de todo tipo, el Parque Berrío le gana a todos. Una gran cantidad de empleos informales cubren una a una las aceras de este punto de encuentro. Un mercado de informalidad del cual viven cientos y cientos de ciudadanos, que a pesar de la poca utilidad que para muchos representa es la única solución para subsistir, aunque no para vivir. Ahí, en ese entorno, viendo a estos personajes tan colombianos, tan míos, tan tuyos, es que surge la pregunta ¿Igualdad? ¿De qué y para quiénes? De qué sirve la belleza y reorganización de un Palacio de la Cultura mientras las personas tienen tantos problemas económicos. ¿Será tal vez una llave para anexar en el llavero que va directo a los extranjeros que visitan comúnmente nuestra Medellín? O tal vez para poner en las cifras que Medellín está sufriendo una transformación cultural sin importar que la gente se muera de hambre.

Ancianos apostando, señoras vendiendo minutos, ‘chiclets’, juguetes y cualquier otra cosa que se nos venga a la mente también estaba ahí a precios del “Hueco”, a precios de “ganga”, a precios de barato. Cabezas de familia con miles de bocas detrás que deben alimentar, deudas o como ellos las llaman “culebras para pagar con el camello”.

Luego de ubicarse por medio de edificios y hoteles típicos como el Nutibara o el Coltejer, se logra ver la silueta de un edificio tan aburrido como su perfección.
El Palacio de la Cultura tiene un silencio ensordecedor, agobiante, escalofriante y a la vez aburrido. Sus miles de puertas, ventanas, pasadizos, cuartos con diferentes funciones lo hacen ser el típico museo en el que todos debemos caminar al mismo ritmo para no despertar a los muertos y sus almas.

Finalmente, después de un larguísimo recorrido de cuadros, letras, historia y bostezos subimos a la azotea, un lugar tan mítico como maravilloso, lleno de secretos que eran gritados a tus oídos a medida que se subían las escalas en forma de caracol de una torre que parecía encantada, mágicamente antigua y alta. Sus escalones confundían al cerebro cuando se iba en la mitad. El último abrió la puerta hecha como para otro tipo de humanos con menos de un metro de altura porque nuestras cabezas debían casi tocar las rodillas para lograr entrar y ver un salón encerrado en sí mismo, convertido por la modernidad en un cine.
De esta visita sólo queda una idea que aún me sigue sonando: esta no es la verdadera ciudad, la verdadera está allá afuera con el calor, el hambre y el “mercado agáchese”, “todo a mil”.

En otra ocasión visitamos el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. Un espacio con unas cualidades que ayudan mucho a la comunidad que tiene alrededor, así su director, Carlos Uribe, se dedique a hacer política en las visitas guiadas diciendo que “Sergio Fajardo, se inventó la idea de los Parques Biblioteca”. Que Medellín se haya apropiado de estos parques y este ex alcalde los haya planteado en su plan de gobierno es diferente a que se los haya inventado. Bien lo dice la página web de la Red de Bibliotecas en Medellín www.reddebibliotecas.org.co: “Medellín se apropia de los Parques Biblioteca”.
A pesar de esto, el trabajo que este Centro de Desarrollo Cultural está haciendo en la comunidad es organizado y ya ha producido sus frutos. Miles de habitantes del barrio Moravia, ubicado en la Comuna 4, se inscriben a los talleres y programas dictados gratuitamente en este centro del aprendizaje, ya que uno de sus objetivos es capacitar a las personas en diferentes áreas de la demanda laboral para que tengan más y mejores oportunidades a la hora de entrar en un mercado de mano de obra. Principalmente se ven madres cabeza de familia como público objetivo o target, ya que el abandono de los hogares por parte de los padres es muy común en este entorno.

No obstante, a partir de todo el trabajo que estos líderes hacen en esta comunidad, los problemas no se pueden ocultar ni evitar. Por ejemplo, uno de los más notorios cuando se visita el Centro Cultural de este barrio, es la gran cantidad de niños y jóvenes que están en el centro sin ninguna actividad específica, debido a que ya salieron de los talleres o de las clases y el hogar no es un espacio ni interesante, ni tranquilo para vivir, es más bien una unión de paredes porque un ‘hogar’ va más allá de la infraestructura y se introduce en la educación más mínima: el ejemplo.

Dos horas en cada sitio, dos en el Palacio de la Cultura y dos en el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia me presentaron otra realidad, un préstamo de otros ojos para ver qué se siente ‘ensuciarse los zapatos’ y dejarse asfixiar por las carencias de un pueblo que clama, de unas estructuras sociales muy bien formadas y características de nuestra ciudad.

La oportunidad siempre está ahí para usted, para sus hijos, para sus amigos, para todo aquel ciudadano que decida ser honesto consigo mismo y visitar la realidad de su pueblo, de su urbe. La realidad de un mundo tan único y paisa que sólo puede ofrecer un Medellín hecho más que con amor, con sudor, con pujanza, con un toque de fe y confianza.

viernes, 11 de marzo de 2011

Amalia Londoño, un tote apasionado


Esta es una historia
de cómo la pasión
se come al mundo.

Un espectro traducido en una dulce y joven voz proveniente de Medellín, Laureles es sólo una de las herramientas que hacen de Amalia Londoño Duque un personaje especial e interesante.

Ella es colombiana, es paisa, es hija, es comunicadora, una amante de la vida. Una inspiración de novatos estudiantes de primer semestre, eafitenses, a los que les dicta clase, que apenas leen el ADN con sus caricaturas y creen estar lo suficientemente sabios sobre la actualidad y las políticas del país.

Un día en los que comienza un mes, un primero de Marzo, en su segundo hogar café, típico de una cabina radial, comienza su rutina periodística en las oficinas de Caracol Radio Medellín, específicamente en la W Radio.

Su llegada al trabajo fue toda una odisea, la venta de su vehículo le hizo tomar un bus y con él todas las inclemencias del servicio público en Medellín. Malos olores invaden su olfato, se da cuenta que fue un error haber elegido los tacones en la mañana y aún le falta devolverse.

Un poco de trote en las madrugadas no cae mal para la salud cuando su cuerpo logra despertar del corto sueño de cuatro o cinco horas que el insomnio no logra quitarle, aunque después de una hora levantada se le haya olvidado que tiene “el mejor colchón del mundo”.

Dentro del tiempo que tiene para elegir qué vestir, lee un poco, alguno de los tres libros que normalmente mantiene sobre su mesa de noche. Lee uno en la mañana y casi siempre, en la noche lo está odiando, así que toma el otro. Además la televisión es un adorno más de su habitación porque cuando duerme escucha todas las cuñas de la emisora en su cabeza y sería “patético” añadirle comerciales de televisión, así que ni lo prende…

Son las dos de la tarde y nuestra protagonista ya se encuentra sentada en la silla de computador, un poco retráctil, donde comienza a jugar con las puntas de sus tacones amarillos ocre que combinan casi perfecto con su bolso, ambos de Bon-bonite.

Su cabellera carece de negro, se dilata entre un color café y un amarillo ocre artificial que se logra con estar dos horas en la peluquería. Los rasgos de su cara son tan finos como firmes, tienen un toque de nobleza, un toque de perfección, un toque de cuestionamiento. Su figura es delgada y cuidada, sus uñas, aunque cortas, se encuentran invadidas por un color poco convencional al rosado natural, el verde plano, fuerte, tal vez es uno de los pocos puntos de color que se encuentran en la cabina.

Sus ojos color miel agobian la pantalla de dos computadores, un máster gris, un micrófono, un televisor, un Smartphone y unos cuantos crucigramas. Eso sin contar los tres canales que marcan los ‘jingles’ y los tiempos de entrada al aire con Bogotá, además, de la cantidad de ventanas de Internet Explorer que se encuentran abiertas en el segundo computador con diferentes medios digitales, noticias, redes sociales como Facebook y Twitter en las que gasta el doble de tiempo de lo que ha vivido en años. Una vida digital que la agobia, la enamora, la libera, la asfixia y la enoja.
Extensiones del cuerpo tan adictivas como necesarias para su profesión periodística. Medios mediante los cuales expresa sus días sin importar la polémica que cree, aunque eso en el fondo le encante y le dé sazón a lo que escribe en su Twitter. Sazón de no tragar entero, de opinión, de criterio resumido en 140 caracteres que dicen más de ella misma de lo que quisiera, más de lo que en una exclusiva podría contarnos.

Ni hablar de su blog en El Espectador en el que la presentación, escrita por Héctor Rincón describe que: “Un tote es un juego de pirotecnia que chispea sin tregua. Amalia Londoño Duque es un tote que va por la vida mirando y hablando a la vez; mira y habla de lo que mira; lee y habla de lo que lee; habla y habla de lo que habla. Un tote. Ella misma se reconoce intensa y tiene que serlo para hacer todo lo que hace…”.

Amalia es una mujer con mucha energía, con malicia indígena que enamora a muchos hombres aunque no la conozcan ni en fotos. Tiene una voz que encanta serpientes. Con sólo un año en W Radio ya le llegan mensajes de enamorados invisibles, indescifrables y atrevidos, que con esmero le escriben poemas, líricas y otro tipo de cosas que no están dentro de un género determinado, ni mucho menos encajan perfecto dentro de las figuras retóricas pero que son letras inspiradas en ella, en esta ‘su’ musa, en la periodista joven con voz grave y paisa que cada día se escucha en Medellín en los 90.9 FM.

La bandeja de entrada de su correo electrónico Gmail está agobiada inclementemente aunque la hubiese revisado la noche anterior, la mañana que le sigue a esa noche y en otras dos o tres ocasiones después. Mensajes de todo tipo son clasificados en sus carpetas o en el peor de los casos en la papelera de reciclaje, donde normalmente terminan el 50% de ellos por ser cadenas, 'spam', o campañas descabelladas. La apertura reciente del correo electrónico de su madre rebosa los primeros mensajes y ocultan los importantes (de trabajo), así que esto le molesta y la enferma, tener que eliminar cuanto ‘correo basura y cadena estúpida’ haya.
La cantidad de ‘clics’ que suenan por segundo superarían cualquier record mundial, pues en radio el tiempo es corto y para Amalia es oro.

La canción que caracteriza al programa, ‘La Hora del Regreso’, se deja rodar y Amalia comienza a organizar las noticias que dirá al aire. Además de su inmenso conocimiento sobre actualidad, literatura y cine, su personalidad arrolla el micrófono, así cuando menos se piensa está en plena conversación al aire con millones de colombianos, su mesa de trabajo, la mesa de trabajo de Bogotá y ella misma.

La apasionada “Amalú”, como le dicen sus amigos más cercanos, interviene en las conversaciones que vienen en unas ondas de la capital colombiana hasta la capital antioqueña y viceversa.
La voz de un amigable señor invisible la saluda por un canal interno que no disimula el acento ‘rolo’.

Una manera especial y sensata de tomarse la palabra o en otros casos de responder a la típica frase: “Amalia en Medellín…” en la que su compañero en Bogotá espera ella haga una entrada perfecta, normalmente supera las expectativas de la información requerida. Una mezcla de fonemas, vocalización, rapidez mental, tiempos precisos, entonaciones perfectas y una que otra risa se convierten en las intervenciones de Amalia en un brillo con luz propia.

De lunes a viernes, esta periodista pasa alrededor de siete horas en una cabina radial que no tiene ventanas. Sin embargo, Amalia Londoño logra pintarla de colores y ponerle unos ventanales gigantes que tienen una vista única y personal, pero este ejercicio solicita el doble de energía e imaginación que normalmente no tiene por las pocas horas de sueño que tuvo la noche anterior gracias a la cantidad de información que agobia su cabeza cuando el día llega a su conticinio.

Son las cinco de la tarde y la publicidad con imán de los domicilios hacen brillar sus ojos. Una decisión difícil entre salpicón, pastel, sándwich, derretido… que intensifica su creatividad cuando logra salir de la cabina café y la convierte en un paisaje hermoso y fresco con olor a pino.

Poco a poco Amalia, se come el mundo a mordiscos con dos tasas de sonrisas, tres de conocimientos y un balde pasión. Para aquel que no sepa que es la pasión, que nunca la haya sentido (aunque debe estar muerto en vida) o que simplemente la relaciona con algo sexual, la pasión es el sabor de la vida, es lo que hace a esta mujer levantarse a trotar, leer, escribir, dictar clase y aún así conversar con el país sobre lo que está viviendo con una sonrisa encima.

La apasionada “Amalú”, un necesario pero escaso personaje.

jueves, 17 de febrero de 2011

“Puede que viva, puede que no”

En honor a mi madre,
por enseñarme a vivir
fuera de burbujas de cristal.


Los doctores, los conocidos, las páginas web y hasta mi familia lo llaman cáncer de mama, para mí era un enemigo insufrible que quería robarse al ser más preciado de mi vida, pues no sería raro ya que en Colombia es la principal causa de muerte en las mujeres entre 45 y 59 años.
Tal vez estaba muy pequeña para entender lo que clínicamente le sucedía al cuerpo de mamá. Sin embargo, gracias a sus explicaciones perfectas para una niña de diez años, entendía lo que podía pasar, las consecuencias, lo que era bueno que sucediera y lo que no.

En enero de 2003 mamá fue a su examen de control anual, de esos que todos nos debemos hacer pero que pocos cumplen las citas. Pues mamá era una de esas pocas juiciosas que interrumpía el trabajo y separaba su agenda de papel con una letra firme y negrita cursiva que decía: “Cita Médico”. Lo que no sabíamos es que ése examen, a diferencia de otros, iba cambiar su rutina de vida y a la vez la mía, la de su hijita consentida y única que no hacía más que estudiar y usar aparatos de ortodoncia.

—Yomaira tienes carcinoma de mama, con un desarrollo agresivo en un año. Y para un desarrollo agresivo, un tratamiento agresivo—.

Ese fue el diálogo del médico Carlos Mario Hurtado dando la gran noticia en nombre de la EPS Comfenalco. Un silencio turbulento e incómodo agobió el consultorio que ya había sido testigo de más lágrimas que sonrisas. El obstetra, ginecólogo, oncólogo, creo que hasta plomero debe ser el señor, le dijo a mamá que saliera, lo asimilara y luego entrara de nuevo. No faltaron ni un tono más imperativo, ni un tono más intenso o reiterativo para que sus piernas aún hermosas caminaran hacia la silla de sala de espera. Las mejillas de mamá se encontraban tan húmedas como las piedras que se mojan constantemente y son hasta lamosas. Su iris del color de las bellotas se asemejaba a los destrozos que deja el invierno en las vías colombianas, se lograba ver su alma como el pavimento fracturado por aguas nunca canalizadas, de esas que cada diez años recuerdan su cauce antes cambiado y destruyen todo a su paso. Un vacío sudoroso humedecía las manos de la mujer que me enseñó a pensar diferente, con un toque feminista, un toque revolucionario, un toque de malicia indígena, un toque de ingenuidad.

Si me preguntan cómo describiría a mi madre, inmediatamente haría un símil con el comercial del Ejército Nacional, ese que habla de que los héroes en Colombia sí existen. Su alma está escrita con tiza y borrador de profesor y su cuerpo, no es más que un cajón que le permite hacer realidad sus ideas en el desarrollo de software y la sistematización de la educación en diferentes instituciones de educación superior. De su cabello no tengo nada parecido a excepción de las pocas ondas que tiene en él, y ni hablar de la piel caucásica que cubre su cuerpo moldeado naturalmente que aún conquista a pesar de sus cincuenta y dos años. De estas y otras cualidades físicas yo no sacaría nada, pero creo que al abrir mis labios, una vez comandados por mi cerebro, parezco sin duda una mismísima copia de esta mujer caderona y apasionada. Y sí, digo ‘copia’ porque tal vez aún tenga una parte de mi corazón con toques de rosa superficial y gafas de Los Ángeles, que me impide comer alimentos feos y desborda mis más penosos defectos.

Mi Yomaira no tuvo ‘fiesta de quince’, no le pagaron la universidad, no tiene sus dos senos, aún así es ingeniera electrónica y es feliz. Desde sus diecisiete años ya trabajaba. A los 18 se casó, a los 18 se separó, luego vivió con mi papá 25 años y a los 45 años en el 2003 la vida la encaró con una abrumadora pregunta: ¿Vida o vanidad?

La caída del cabello dejaba cada vez más rastro en las almohadas y baños de la casa, si llovía, si no llovía, si se bañaba, si dormía, si se acostaba, si caminaba, no paraba nunca. Así que mi padre le pasó la máquina en su cabellera llena de pecas genéticas y otras producidas por el sol. Adiós a esa capa de café amarillento que cubría su cabeza, hola a las pañoletas, trapos, gorros y todo cuanto protegiera la dermis de su cerebro recién desnudado al astro más amado y peligroso: el sol.

¡Sin duda alguna mamá prefirió vivir! Independientemente de los cambios físicos y de los cambios en su día a día, como la relación con mi padre, mamá luchaba por no dejarme a la orilla de una familia que aunque me guiarían por buenos caminos no harían de mí lo que soy hoy. ¿Quién me explicaría factorización y ecuaciones? ¿Quién calmaría mi llanto la primera vez que me rompieron el corazón? ¿Quién me explicaría que la menstruación te hace diferente y más fuerte? ¿Quién caminaría conmigo por los mares del acné y el maquillaje? ¿Quién me diría que cuidara mi fundamento? ¿Quién me enseñaría a no llorar por niñerías? ¿Quién me enseñaría un mundo real y crudo lejos de belleza y dinero?

Sobre mi papá es poco lo que puedo decir, se comportó a la altura a veces, a veces no, a veces ni se comportó. Y hoy es más un papá de revista, de esos que los ves poco, siempre estás bien con ellos, sonríen y cumplen a veces con lo básico para sobrevivir en la universidad. Bueno al fin y al cabo no se debe robar el show de nuestra protagonista…

—Tres meses de quimioterapia, tres meses de radioterapia y luego operamos—.
Fue la sentencia del médico-plomero para un cáncer de grado 4B. Cuando hablamos de 4B no es la talla del sostén, sino el grado de desarrollo de la enfermedad, en donde el máximo es 5. Ya podrán imaginar ustedes la inmensidad de lo grave…

Cuando todo el tratamiento empezó mamá y yo tuvimos una importante charla:

—Yo tengo cáncer. Me van a hacer un tratamiento. Puede que viva, puede que no. Puede que dure mucho, puede que dure poco… Pero vamos a hacer lo que tengamos que hacer—.

—Pero vamos a hacer lo que tengamos que hacer—reiteré.

—Se me va a caer el cabello, me voy a cansar, me voy a dormir sentada. Y usted me va a ayudar y a acompañar—.

En ese momento mi cuerpo y mi pensamiento no sabían qué hacer, nunca he sido de las que le dan ganas de salir corriendo impertinentemente por cualquier situación, ni tampoco de las que la frase “¡Ay! Qué pesar” es partícipe de su vocabulario. Mi corazón sólo me decía que debía enfocarme en el estudio, como siempre, pero ser ‘la mejor’. Afortunadamente eso no ha sido nunca un problema para mí, lograba desde los primeros puestos, hasta el despido de profesores ineptos, que intentaban pagar sus frustraciones con mis sueños de comunicadora. Así que me refugié en el estudio y en la calma actitud de mi madre cuando me explicaba las situaciones futuras.

Lo irónico de esta historia no es como yo entendí que mamá estaba mal, o cómo ella tomó con calma algo que tenía un desarrollo ‘agresivo’, sino que a la mayoría de sus amigas y a una que otra hermanita hubo que consolarlas. Incluso tengo una tía que fue un mes después de enterarse porque no paraba de llorar y rezar, a tal punto, que ni a la cirugía fue. Mi abuela al enterarse lloró, no podía imaginarse que Yomaira, alias la ’fuerte’, estuviera tan frágil como una vasija de cristal. ¿Frágil? Si lo que tenía era un corazón repleto de ganas de seguir latiendo a 72 veces por minuto o más, sin importar que en los próximos primeros tres meses su cuerpo iba a ser intoxicado por una droga tan fuerte que aniquila a buenos y malos, células enfermas y células saludables, una a una se destruían y, a los otros tres meses la piel de su seno izquierdo iba a ser quemada por una máquina que parecía no tener piedad de una piel más que insolada, que no calmaba su ardor ni con leche de magnesia, ni con cremas, ni con sicología.

El día tan esperado por fin había llegado. Seis meses después mamá debía entrar a un quirófano espantoso y helado, lleno de azul e instrumentos debidamente desinfectados. La noche anterior a su cirugía tuvimos una charla crucial, sobre la muerte, sobre su muerte, sobre mi muerte después de su muerte.

—Hija, mañana me van a operar y me puedo morir en la cirugía—.

— ¿O sea que te puedes morir?— insistí desconcertada.

—Si yo me muero…— y comenzó la conversación sobre los temores más profundos y escondidos—…tiene que estudiar…—.

Seguir adelante, ser alguien en la vida fue en ese momento y es ahora mi fiel compromiso. Un compromiso sin contrato escrito, pero que al menor incumplimiento traerá grandes consecuencias.

La clínica Pontificia Bolivariana abrió sus puertas no sólo del quirófano para mamá, sino para todos a quienes nos importaba su salud. Cinco horas de cirugía se convirtieron en todo un día, cansado, añejo, difícil, esperanzador. Mi familia no paraba de regañarme por la cantidad de veces que había ido al baño, a caminar, a comer… ¡Pero por favor! Si tan sólo era una niña, ¿cómo pretendían que me quedase como una porcelana mientras abrían a mi madre por un costado y le retiraban los ganglios y otros elementos que tiene consigo el seno?
Nunca fui un bebé a la que le gustara tomar leche de la mama, pero sabía que aunque no me gustara esa leche, el seno es una parte importante del cuerpo femenino, hace parte de su sensualidad y esencia, además de que mamá podía morir por su mama.
El día se convertía en noche y de mamá no se sabía nada, mis piernas estaban acalambradas e inflamadas, mi cabeza no daba más conversaciones para distraer la tensión que se vivía en aquella sala de espera fría e insensible. Tantas cosas habían pasado por mi cabeza que sólo quería darle un abrazo a mi madre mientras ella me mirara con sus pequeños pero dulces ojos, sin embargo los ‘señores vestidos de blanco’ no entendían esa necesidad de verla ya, no entendían la agonía de la espera, no entendían que tenía tanta ansiedad que comía y comía así mi estómago me dijera que estaba al borde de una ruptura con mis otros órganos. Ardores estomacales, risas, preocupaciones pasaron de silla en silla, de cabeza en cabeza, de celular en celular.

Finalmente uno de los robots humanizados salió pudoroso de un corredor con puertas retráctiles y dio el grito de gloria.

—¡Familiares de Yomaira Londoño!— cuando iba en la última ‘o’ todos estábamos atentos a su elocuente discurso.

—La paciente despertó, en este momento se encuentra estable. Pudimos eliminar el quiste que tenía, no más grande al que teníamos pensado según los exámenes— todos sonreímos.

Una de mis tías hizo algunas preguntas de rigor. Y lo último que escuché me dio cuenta de que la espera continuaría

—En este momento se encuentra en recuperación—.

Mamá se demoró otras tres horas en abrir sus ojos conscientemente, se sentía cansada, agobiada, adolorida. De su lateral izquierdo se desprendía un tubo delgado pero consistente que llevaba dentro de sí una mezcla de líquidos y materia que el cuerpo eliminaba naturalmente. Sustancias que bajaban lentas pero constantes, densas, viscosas, llenas de sus genes, que llegaban a un recolector en círculo, que parecía un recipiente en el que las amas de casa depositan alimentos y loncheras, solo que este depositaba materia, sangre y pus de la cirugía.

Mamá salió con su corazón latente, sin verla yo ya lo sentía, sabía que no había dejado sola a su hija y seguidora, sabía que había luchado por estar ahí y para que yo hoy pudiera escribir sobre ella, sobre mi heroína. Su cuerpo quedará por siempre marcado, no sólo en la EPS como paciente terminal, sino marcado por una hazaña carnicera a la que sobrevivió gloriosa. Un abrazo firmó entre nosotras el contrato verbal y la promesa amistosa de siempre dar lo mejor, no rendirse fácil y utilizar a nuestro favor el poquito de suerte que cada ser humano tiene por el sólo hecho de existir.

lunes, 7 de febrero de 2011

De la primera vez que me enamoré y fué de un libro

Todo comenzó en una clase de ocho, cuando apenas comenzaba mi cerebro a despertar. Una 'sumita' de frío, aire acondicionado y una frase me reciben tormentosamente: "Por favor elijan el libro que van a leer y me mandan un 'correito'". Un correito de esos vomiticos. De esos que sabes que si escribes mal las tildes o la cagas eligiendo el autor clave o la obra clave, estás muerto.

Libros y libros, una división entre los que eran de autorías extranjeras y los que son puro corazón colombiano. La verdad es que debo admitirlo no me gusta Gabriel García Márquez como a la gente que he conocido, ni tampoco me interesa gastarle tiempo a lo que escribe, así que agradecí que no estuviese dentro de las opciones.
Luego vinieron las obras mas trilladas: Rosario Tijeras, Paraíso Travel... Obras que ya les conozco los finales y que seguramente me aburriría y acabaría por no leerlas.
Depronto se me iluminaron los lentes de contacto con mi amigo especial Gemán Castro Caycedo -digo mi amigo no porque lo conozca, sino porque amo lo que escribe, todo me gusta, todo me atrae, todo lo que leo de él tiene que ser de corrido- con Candelaria y a su vez Héctor Abad con Basura, ambos aprendidos a amar por profesores. Sin embargo, la alegría no era mucha y enserio necesitaba algo que me moviera, de lo contrario iba a presentar un trabajo mitad internet, mitad habladurías, mitad leído.

Y fue ocho días después que le escuché a una amiga varios nombres de libros que le gustaría leer: Candelaria, Rosario, Paraíso, La novia oscura y Las Chicas de Alambre.
Un grito lo dijo todo: "¡Ahhh! Ése es el que yo quiero leer", anoté.

Desde el principio todo se dió como el libro perfecto, y así lo fue. Me apareció en pdf. para no comprarlo -primer punto a favor-, 110 páginas -se ganó el round-, celebré porque tomé una buena decisión, en realidad eso me compró el alma inmediatamente.

Desde la primera letra hasta los últimos anexos, me enamoré y fué de un libro.

Así que si usted amigo lector de verdad es como yo, incrédulo, no perezoso con la lectura, no se lea este libro, ¡gózeselo!

jueves, 3 de febrero de 2011

No es otro loco escrito sobre Jesús

Jesús de Nazareth tan sólo tuvo en la Tierra 33 años, sin embargo, una muerte joven no impidió que cambiara el mundo. Y no, no nos interesa profesar ni convencer a alguien de que lleguen al Señor por medio del cristianismo, lo que nos interesa es cómo su talante en la oratoria irrumpió la historia del mundo en dos.
Sin duda, como afirma Gandhi: “Considero a Jesús de Nazareth uno de los mayores maestros que han existido”. Podríamos hacer una lista interminable de los principales discursos que Jesús dio, de la ‘a’ a la ‘z’, del antiguo al nuevo testamento, miles de narraciones llenas de elocuencia, calma y sobre todo, creo lo más importante, la seguridad con la que el profeta hablaba.
"La persuación por medio del talante del orador introduce lo que la tradición retórica latina llama auctoritas, es decir: ’La opinión en que el orador está ante el público y la que trata de conseguir o asegurar en su discurso’". Jesús no sólo predicaba sus ideas, sino que hacía lo que decía, como por ejemplo cuando ayunaba. Este tipo de actos le hicieron crear su auctoritas, el pueblo logró aprender lo que él les mostraba, junto con lo que decía. Invitaba a orar, pero él también lo hacía.
Predicaba cosas que la gente creía antes absurdas, pero su posición de confianza, de seguridad ante el pueblo hicieron que le creyeran, él logró convencerlos.
Un ejemplo clave es cuando elige sus 12 apóstoles y logra enseñarles a profesar, a defender su punto por sobre todas las cosas, a manejar su confianza, su elocuencia. Les enseñó a manejar toda la parte de la retórica.
Es necesario citar uno de sus discursos, en este caso sobre la mujer adúltera, que se encuentra en La Biblia y hace parte del evangelio de San Juan: “Jesús se fue al monte del Olivar, y al amanecer estaba de nuevo en el Templo. Todo el pueblo acudía a Él y Él sentado, les enseñaba. Le llevaron entonces los escribas y fariseos una mujer sorprendida en adulterio, y, poniéndola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. En la Ley, Moisés nos mandó apedrear a estas mujeres, Tú, ¿qué dices?” Decían esto para probarlo y tener de qué acusarlo. Pero Jesús, agachándose, se puso a escribir con el dedo en tierra. Como insistieron en preguntarle, se alzó y les dijo: “El que de vosotros no tenga pecado, tírele una piedra el primero”. Y agachándose otra vez, continuó escribiendo en la tierra. A estas palabras, ellos se fueron uno tras otro, comenzando por los más ancianos; y se quedó Jesús solo, con la mujer que estaba en medio. Entonces se alzó Jesús, y le dijo: “Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condenó? Y ella contestó: “Ninguno, Señor”. Jesús le dijo “Tampoco yo te condeno. Vete y no peques más”. Enfrentamientos y persuasiones como estas son protagonistas en la vida pública de Jesús, este hombre hace cambiar las actitudes de personas. En ocasiones lograba persuadir a algunos, otras
veces los convencía por completo y hoy en día, en pleno siglo XXI, es crucial en la historia.
Toda comunicación tiene como meta convencer o persuadir a alguien de algo, ya sean tesis contrarias o recién planteadas. En otro ejercicio que se planteaba, estaba la siguiente frase: “La capacidad para persuadir sobre tesis contrarias es lo que hace de la retórica una actividad que concierne al poder”. El poder que Jesús se fue ganando con su elocuencia, hizo que cada vez fuera más fácil ‘profesar la fe’, tanto para él como para sus discípulos. De hecho cuando comenzó a predicar no había un público que lo escuchara, pues todos lo trataban de loco, de insolente, de hecho hasta el día de su muerte Pedro lo negó tres veces.
Luego de nacer partió la línea de tiempo en dos, antes de Cristo y después de Cristo, y este aspecto solo se le puede atribuir a alguien que en realidad movió el mundo con sus ideas. Actualmente, según un artículo de la BBC Mundo, La Iglesia Católica es la rama más extensa del cristianismo, y según cifras del Vaticano del año 2007, en el mundo hay 1.115 millones de católicos bautizados. A esta cifra le faltarían unos cuantos millones que la practican sin bautismo y las otras ramas.
Es gigante la repercusión histórica que Jesús alcanzó durante su vida y su influencia posterior, por ejemplo Jesús en el arte, Jesús en la literatura, y Jesús en el cine.
¿Qué sería de la fe cristiana sin un guía elocuente? Un Jesús sin la retórica, sin el arma para hablar ‘bonito’ y con propiedad, y sin la elocuencia para hablar claro y con coherente hubiese pasado por la historia sin gloria alguna. Es inimaginable un Jesús que no hiciese uso del discurso deliberativo, donde daba pautas de vistos buenos y errores, o que no hiciese uso del discurso epidíctico, nada de censuras y elogios.
Jesús de Nazareth, el jugador experto de la persuasión, del discurso grave y elegante, quedará por siempre como uno de los oradores más maravillosos a nivel mundial.