Para no olvidar...

Todos los seres humanos nacemos siendo originales y únicos. Lamentablemente muchos mueren copias. A.L. - Haz lo tuyo, siempre.

sábado, 13 de octubre de 2012

Y ese día conocí mi ángel guardián

Señor lector, 

Antes de que comience a leer estos párrafos le indico que no siempre escribo tan cursi, que mi corte es tenaz e irreverente, que la indolencia a veces mata mi inocencia pero que esta vez solo afloró la subjetividad.

Si mis profesores leyeran esto dirían: "Estas dándo una posición" "No tienes fuentes para argumentar más que tus imaginarios" Pues bien, me disculpo de ante mano, porque muy seguramente este artículo lo haré para romper esas reglas. Bueno, no todas, yo soy la fuente y víctima ¿No se vale?

Miércoles 10 de octubre, 11 y media de la mañana.

El día atareado y con pico y placa me hizo acelerar mi paso en todo.

Para colmo de males debía parquear y en la Universidad no me dejaban entrar el carro. Confieso que no me da rabia el pico y placa, ni andar a 60. De hecho amo el deber ser. De hecho rezo para que cada día cojan a más y más borrachos en los retenes. Sí, porque por ejemplo mi mamá trabaja hasta tarde y madruga muy temprano, no me gustaría que uno de esos que a las 6 a.m. aún no ha terminado su rumba me deje sin mamá. Está bien, lo reconozco, a nadie le gustaría. 

La indecisión el día anterior era increíble. "Yo te llevo, tu me llevas, yo te espero, dónde parqueo, a qué horas salgo, a qué horas sales". Mamá como siempre dándo respaldo a nuestras vidas. 
Tan sólo esa vez no escuché mi corazón. Primer error.

Segundo error: Hablar por celular mientras caminas en la calle.

Como diría un profesor: "Esa es la premisa dramática, ahí está el punto de explosión".

No sólo se robaron mi celular o mi computador, mis 2 usb, la plata de mi cumpleaños, mis papeles, una mandarina, mi sombrilla.
Aquella mandarina que solía reclamarle al policía en el denuncio. 
Se robaron un poquito de mí, se robaron trabajos, escritos y letras que me definen. 

Fue ahí donde me dí cuenta que no me daba cuenta que estaba bien, ¡estaba bien!, que estaba viva, que podía continuar con mis sueños. Porque si, por muy irónico que suene en un atraco te das cuenta en serio de que estás vivo, de qué tan grande eres, de qué tan sensible es tu alma y cómo sale al descubierto. 

Sin 200 pesos, que no sé por qué aún no he comenzado a imaginarlos con la nueva moneda, llegó un Juan José, que resultó ser policía. Con el que, como si lo conociera de toda la vida, me monté con la estúpida ilusión de coger la placa de la moto. (Tercer error).
Un policía vestido de civil que andaba de vacaciones. Entonces comprendí, que ese día conocí a mi ángel guardián

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