Para no olvidar...

Todos los seres humanos nacemos siendo originales y únicos. Lamentablemente muchos mueren copias. A.L. - Haz lo tuyo, siempre.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Para ser víctima en Colombia, sólo se necesita la cédula


El mundo entero se encuentra con los ojos puestos en la Negociación del Conflicto Armado que se está llevando a cabo por estos días en Noruega. Venezuela opina, Estados Unidos apoya el proceso, Cuba brinda su experiencia y confianza con las Farc, la opinión pública hace de las suyas, pero sólo las víctimas que en un silencio incómodo llevan su tejido social roto son las que verdaderamente evidencian un conflicto que viola reglas más allá del Derecho Internacional Humanitario.

Aproximadamente 4 millones de colombianos han sido víctimas del desplazamiento forzado. Más de 11.000 niños han sido reclutados, violados o afectados por el conflicto armado. Datos que no tienen en cuenta a colombianos que murieron en su desplazamiento o niños que cumplieron la mayoría de edad en las filas de la guerrilla.

Es cierto que en Colombia solo necesitamos la cédula para ser víctimas, porque seguramente todos hemos sufrido las secuelas de alguna u otra forma del conflicto armado. Algunos de manera directa, otros no tanto. El conflicto armado es un problema que nos compete a todos, no sólo a aquellos que se encuentran vulnerables directamente a ser víctimas o que ya lo han sido, no sólo le compete a las poblaciones rurales, es un problema de país.

Por ejemplo, es común escuchar historias de las familias que viven en el departamento de Antioquia sobre sus viajes a las playas de Tolú y Coveñas, en donde se encontraban en las carreteras los retenes ilegales por parte de los grupos armados. Victimarios que pedían gasolina, comida o a veces simplemente preguntaban el lugar de destino como si fueran una entidad estatal. También está el amigo del tío al que le secuestraron el papá. O la mamá del alumno que es desplazada de Dabeiba. O bien, viajando un poco más lejos, el familiar “lejano” que trabajó con lavado de activos o traficó con narcóticos. Y ni hablar de la conocida que es trabajadora social y va a las laderas de la ciudad para ayudar a desplazados a reubicarse y mejorar su calidad de vida.
Ese es el país en el que hemos construido nuestra realidad. Un país donde los imaginarios colectivos de violencia son altos, bueno, que a veces no son tan imaginarios. Somos un país que en cada noticiero está a la espera de una noticia sobre las Farc para decir: “¿Otra vez?¿Ya que hicieron?”. El conflicto armado se nos ha convertido en un tema más de la agenda cotidiana.

Para nosotros como colombianos no es fácil tomar una disposición y actitud de diálogo, de recuperación de la paz y la tranquilidad, pero debemos hacerlo. La negociación de paz puede que se selle de manera diplomática, protocolaria y simbólica en una mesa en Noruega, pero la realidad la vivimos cada uno de nosotros que estamos identificados ante la registraduría como colombianos.

¿Alguna vez ha usted escuchado decir que somos un país violento? ¿Cuántas veces logró ver por televisión la agresión física que le realizó Elianis Garrido, una de las participantes del Reality Show Protagonistas de Nuestra Tele II al otro participante Oscar Naranjo? Después de casi 50 años de tener un conflicto interno en el país, es complicado preguntarnos por qué somos tan violentos, pero a la vez tan felices. Porque sí, somos uno de los países más felices a nivel mundial. 

La paradoja se extiende aún más, cuando debemos ser nosotros quienes protagonicemos la reincorporación de los victimarios a la sociedad. Nosotros, el pueblo, somos quienes legitimamos al Estado, pero a la vez somos quienes debemos comenzar a perdonar sin olvidar.

Mientras la mesa de negociación se esté llevando a cabo, las políticas públicas deberían estarse direccionando cada día más fuertes para que el gobierno sienta el apoyo de los ciudadanos. Para que juntos trabajemos en pro del mismo objetivo. Porque de nada sirve que las Farc se desmovilicen si el pueblo no está dispuesto a perdonar.
Muchos dirán, pero que difícil es la paz cuando hay hambre, teniendo en cuenta que cerca del 20% de los habitantes viven en condiciones de pobreza absoluta. Pero yo digo algo, que difícil es calmar el hambre cuando hay guerra.  


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